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Vayera -La Paradoja de Ser Padres

Por Jack Levy M.

 

¿Qué significa realmente ser padres? ¿Es proteger a los hijos de todo, sobreprotegerlos, hacerlos dependientes? ¿O es, más bien, el crudo arte de soltar, de permitir que se enfrenten a la vida, aunque eso nos desgarre? ¿Qué ocurre si un hijo elige un camino que desafía nuestras creencias? ¿Aceptaríamos a un hijo que cambia de religión? ¿O que se declara gay? ¿Podríamos soltar el control, enfrentándonos a nuestros miedos más profundos?

La paternidad es un acto lleno de paradojas, donde el equilibrio entre establecer límites y dar libertad es un desafío constante. La Parashat Vayera nos revelan la esencia del amor verdadero: el equilibrio perfecto entre la capacidad de soltar y el establecimiento de límites.


Breve Resumen de la Perasha


La Parashat Vayera relata algunas de las pruebas más difíciles que Abraham tuvo que enfrentar como padre, pruebas que desafían cualquier concepción cómoda de la paternidad. Vemos el sacrificio de Isaac, la despedida de Ismael y la separación de Lot. A través de estas historias, Abraham se debate entre ser un buen padre y obedecer la voluntad de Dios. Estos eventos, que pueden parecer crueles, nos llevan a cuestionar nuestra propia forma de ser padres: ¿cómo balanceamos el amor, los límites y la libertad que damos a nuestros hijos?


Sacrificio vs. Obediencia: Los Hijos No Nos Pertenecen


La historia del sacrificio de Isaac es brutal. Dios le pide a Abraham que entregue a su hijo, "tu hijo, tu único, a quien amas". Esto no es solo una prueba de fe, sino una lección difícil: nuestros hijos no nos pertenecen. No son una extensión de nuestras ambiciones ni trofeos que exhibimos. Son individuos con sus propios destinos, y nuestra tarea es ayudarlos a encontrar su camino, aunque eso implique soltar y enfrentarnos al miedo de perderlos.


Aquí surge una tensión crucial: Jordan Peterson afirma que nuestra mayor responsabilidad como padres es ayudar a nuestros hijos a convertirse en individuos socialmente integrados, estableciendo límites y corrigiendo comportamientos inapropiados. Por otro lado, también necesitamos darles espacio para ser ellos mismos, para equivocarse y crecer. ¿Cómo conciliamos estos extremos? Es un acto de equilibrio constante.

Rabbi Sacks enfatiza que en la historia de Abraham, el punto no es la obediencia de Abraham, sino la voluntad de Dios. Abraham no deseaba enviar a Ishmael al desierto ni sacrificar a Isaac; ambas cosas iban en contra de sus instintos naturales. La Torá nos muestra que ser padres no es poseer o aferrarse, sino aprender a soltar, confiando en que hay un propósito mayor para nuestros hijos, aun cuando no lo comprendamos. Ser padres es enfrentar nuestras emociones más profundas y estar dispuestos a dejar ir.

El momento en que Abraham envía a Agar e Ismael al desierto es devastador. No porque no los amara, sino precisamente porque los amaba. A veces, amar significa soltar. Permitir que nuestros hijos enfrenten sus propias batallas, que fracasen y se levanten. Soltar a Ishmael fue un acto de amor profundo: permitirle escribir su propia historia, aunque eso rompiera el corazón de Abraham.


Límites y Libertad: El Equilibrio Entre Control y Confianza


La paternidad hoy está rota porque tenemos miedo. Nos aterra que nuestros hijos sufran, que nos odien, que no nos necesiten. Y ese miedo está criando una generación de adultos que no saben ni levantarse solos. Abigail Shrier lo dice sin rodeos en Bad Therapy: estamos fabricando jóvenes blandos, porque como padres no tenemos los pantalones para dejarlos caer. Queremos que su vida sea “feliz” y “segura,” pero ¿qué es seguro? ¿Criar hijos incapaces de tolerar un “no”?

A los 11 años, me mandaron a terapia obligatoria solo para poder seguir en la escuela. Me veían como un problema porque no encajaba en su molde cuadrado. ¿Y cuál fue mi reacción? Rebelarme. Cada vez que me reprimían, mi respuesta era desafiar más. Sentía que esa autoridad, que supuestamente debía apoyarme, solo quería aplastarme. Y así me etiquetaron de “mal estudiante.” A los 13, me expulsaron. Me arrancaron de mi entorno, de mis amigos, y me dejaron con una etiqueta pegada en la frente.

Cambiar de escuela fue un golpe, pero ahí todo cambió. En ese nuevo lugar no había esa represión constante, y, sin darme cuenta, dejé de pelear con el mundo. Entendí que los resultados de mi vida dependían de mí. Tomé responsabilidad, y tuve la suerte de contar con una familia que me sostuvo, que me ayudó a ver el camino. Esa contención lo fue todo.

Pero no todos tuvieron esa suerte. Mis amigos que fueron expulsados conmigo no tenían a alguien que los ayudara a ver algo distinto. Uno acabó completamente perdido, aislado, incapaz de adaptarse de nuevo. Otro terminó asesinado. El sistema educativo solo supo etiquetarnos y luego se lavó las manos. Si no cambiamos este sistema que quiere que todos encajemos en una caja, estamos jodidos como sociedad. No todos estamos hechos para las mismas moldes, y si la educación no entiende eso, seguiremos perdiendo jóvenes en el camino.

Shrier denuncia algo peor en Irreversible Damage: el daño de padres que, queriendo ser “abiertos” y “modernos,” permiten que sus hijos decidan cambiar su cuerpo, su identidad, su vida, poniendoles etiquetas sin entender que están en un momento de confusión pasajera. Habla de niñas que, en plena adolescencia, fueron empujadas a cambiar su género, convencidas de que esa incomodidad era un problema permanente. Resultado: un daño irreversible. ¿Por qué? Porque ningún adulto tuvo el valor de cuestionarlas y ponerles un freno.


Al final del día, “amar” a tus hijos no es dejarlos hacer lo que quieran ni darles cada capricho para evitar un berrinche. Amar es tener el coraje de ponerles límites, aunque te hagan la cara de odio. Es decirles “no necesitas el iPhone de última generación solo porque todos lo tienen” y aguantar su frustración, porque ellos necesitan aprender que la vida no es un mar de deseos cumplidos. Amar es verlos llorar porque no les diste lo que querían y tener la firmeza de decirles: “Así es la vida. No siempre se consigue todo.” Amar es decirles “aprende a vivir con la frustración” porque, si no, van a chocar con la pared de la vida y no tendrán ni idea de cómo sobrevivir al primer golpe. Estamos aquí para darles las herramientas para que, cuando la vida les parta la cara –y sí, se las va a partir–, sepan cómo volver a levantarse.

El caso de Abraham y Lot en la Parashat Vayera va justo de eso. Abraham ve cómo Lot elige irse a Sodoma, a un lugar lleno de corrupción y locura. ¿Qué hace? Lo deja ir. No lo retiene. No le da un discurso de moral. Porque Abraham sabe que Lot tiene que aprender por sí mismo, aunque se equivoque, aunque le duela. Establecer límites no es rechazar, sino amar. Es decirle al otro: "Confío en ti lo suficiente como para dejarte vivir tu vida, aunque no esté de acuerdo con tus decisiones". Amar es tener el valor de permitir que el otro se equivoque y aprenda. Y a nosotros nos falta ese valor para dejar que nuestros hijos se equivoquen. Queremos meternos, salvarlos, protegerlos de sus propios errores. Pero al hacer eso, solo les quitamos la oportunidad de crecer.

La historia de Abraham nos muestra algo crudo y real: los hijos no son una extensión de tu ego, ni una segunda oportunidad para que tú te redimas de tus errores. No te pertenecen. Son personas con su propio destino y, si los amas de verdad, tu trabajo es prepararlos para que vivan en el mundo, no en una burbuja de protección.

Lo que esta generación necesita no son más padres sobreprotectores; necesita padres que se atrevan a soltar. Que no les quiten cada piedra del camino. Que no le pidan al profesor que le suba la nota al niño porque “es que no quiere que se sienta mal.” Necesitan padres que tengan el valor de enseñarles que la vida es dura, pero que, si se lo proponen, pueden salir adelante. Padres que, como Abraham, los vean fallar y sepan que es parte del proceso. Padres que se atrevan a decir: “Estaré aquí si te caes, pero no voy a sostenerte para que nunca te caigas.”

¿Quieres criar hijos fuertes? Enséñales a vivir en la realidad. Enséñales a pelear sus propias batallas. Enséñales que el amor verdadero a veces duele, porque amar es soltar y confiar en que ellos pueden con la vida.


El Nacimiento de la Individualidad: La Torá y el Espíritu Crítico


La tradición fomenta una mente crítica y honesta, capaz de desafiar, cuestionar y distinguir entre el bien y el mal. En la halajá (la ley judía), padres e hijos pueden tener posturas completamente opuestas, y eso está bien. Ese choque no es un defecto; es el punto. Este pensamiento crítico es lo que permite a cada persona desarrollar su propio criterio. Rabbi Sacks lo llama el nacimiento del individuo: en tiempos antiguos, la familia era todo, y el padre tenía el control absoluto sobre los hijos. La Torá rompe con esa mentalidad; a partir de Abraham, la historia deja claro que cada persona es un ser independiente, que no está atado a la sombra de su familia ni a la autoridad absoluta de sus padres.

Primero separamos, luego conectamos. Así es como Dios creó el universo: primero separó la luz de la oscuridad, las aguas de la tierra, y luego permitió que cada parte encontrara su propósito. Así debemos construir nuestras relaciones. No podemos fusionarnos con nuestros hijos, ni vivir por ellos. Tenemos que darles espacio para que se conviertan en quienes deben ser, aprender a soltar y a bendecir el espacio entre nosotros.


El Tzimtzum: Un Espacio para Crecer


El concepto de Tzimtzum en la Cábala es una metáfora perfecta de este equilibrio. Cuando Dios creó el Tzimtzum, se "contrajo" para dar espacio al ser humano, un acto de amor incondicional y confianza en nuestra capacidad de crecimiento. Ese espacio no es un abandono, sino una oportunidad para que cada uno de nosotros con su libre albedrío tome decisiones y encuentre su propósito. La Torá, mientras tanto, actúa como una brújula, recordándonos que somos parte de lo divino y guiándonos en nuestro camino.


Rabbi Abraham Joshua Heschel aporta una visión complementaria en God in Search of Man, destacando que la relación entre Dios y el hombre se basa en un amor incondicional y respeto por la libertad humana. Dios no interviene ni controla, sino que crea un espacio donde el ser humano puede tomar decisiones auténticas. Esto refleja una confianza divina en nuestra capacidad de crecer y encontrar propósito.


Amar y Soltar


Educar no es moldear a nuestros hijos a nuestra imagen; es darles las herramientas para que se conviertan en la mejor versión de sí mismos, para que aprendan a volar, aun cuando ese vuelo los lleve a tomar riesgos que nos aterren. Soltar duele. Implica aceptar que no tenemos el control absoluto, que no podemos protegerlos de todo. Pero ahí está la verdadera libertad: darles el espacio para que sean, para que elijan su propio camino, y saber que estaremos a su lado, no para hacer el trabajo por ellos, sino para acompañarlos y ayudarlos a levantarse si necesitan nuestra mano.

Los primeros años son cruciales; es cuando sembramos las semillas de su carácter, cuando les enseñamos lo que significa enfrentar el mundo. Ser padres no es solo estar presentes físicamente, sino estar conscientes. Guiar es establecer límites y corregir, pero también darles el margen para que exploren y descubran quiénes son. No se trata de alejarnos, sino de soltar mientras permanecemos como un apoyo incondicional.

La verdadera educación es el arte de soltar sin abandonar. Es confiar en la luz única que brilla en cada uno de ellos, en su capacidad de encontrar propósito y verdad en el mundo. Nuestra tarea es guiarlos hasta el borde y, con una sonrisa llena de fe, dejarlos volar. Y recordarles que, aunque elijan su propio camino, estaremos aquí para ellos.


Si tenemos el coraje de soltarlos y el amor para acompañarlos en cada paso, veremos un vuelo majestuoso. Porque en el acto de soltar, no solo liberamos a nuestros hijos; también nos liberamos a nosotros mismos de la ilusión del control. Amar es dar alas, es no retener, es confiar en la grandeza que ellos pueden alcanzar. Así como Dios hace con nosotros, bendecimos el espacio entre ellos y nosotros, sabiendo que en esa libertad es donde nace la vida.




 

Bibliografía y Referencias


  1. Biblia y la Parashat Vayera

    • Tanaj: Génesis, Parashat Vayera.

  2. Shrier, Abigail

    • Bad Therapy: Why the Kids Aren't Growing Up. Shrier explora cómo algunas tendencias de la terapia moderna contribuyen a una crianza sobreprotectora y a la falta de resiliencia en los jóvenes actuales.

    • Irreversible Damage: The Transgender Craze Seducing Our Daughters. Shrier examina cómo la presión social y la falta de cuestionamiento parental pueden llevar a decisiones irreversibles en jóvenes que atraviesan una etapa de confusión pasajera.

  3. Sacks, Rabbi Jonathan

    • The Space Between Us (Covenant & Conversation, Vayera). Rabbi Sacks reflexiona sobre el Tzimtzum y cómo Dios crea espacio para que el ser humano actúe libremente. Esta enseñanza inspira el concepto de bendecir el espacio entre nosotros y nuestros hijos, permitiéndoles crecer en libertad y responsabilidad. Disponible en: The Space Between Us - Rabbi Sacks

    • A Letter in the Scroll: Understanding Our Jewish Identity and Rediscovering a Sense of Purpose. Sacks aborda temas de identidad y cómo transmitir valores sin imponerlos, resaltando el equilibrio entre amor y libertad.

    • The Dignity of Difference: How to Avoid the Clash of Civilizations. Aquí, Sacks reflexiona sobre la importancia de respetar la individualidad, aplicable en las relaciones familiares y la educación de los hijos.

  4. Heschel, Abraham Joshua

    • God in Search of Man: A Philosophy of Judaism. Heschel describe la relación entre Dios y el hombre como una basada en respeto y amor incondicional, mostrando cómo el acto de “soltar” es, en esencia, una muestra de confianza y fe en la capacidad del otro para crecer.

  5. Peterson, Jordan

    • 12 Rules for Life: An Antidote to Chaos. En este libro, Peterson explica la importancia de establecer límites y normas para ayudar a los hijos a crecer como individuos responsables y emocionalmente estables. Su perspectiva sobre la responsabilidad y el desarrollo personal aporta una visión práctica al tema de los límites en la crianza.

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