Vaishlaj -El Viaje de Yaakov
- Jack Levy
- 9 dic 2024
- 9 Min. de lectura
Por Jack Levy
La vida no es una línea recta. Es un lío. Un caos. Y si lo niegas, peor para ti, porque al final, no puedes escapar de ti mismo. Todos tenemos un talón que nos pisa. Un rival, una voz, una sombra que te dice: “Tu no sumas. No eres suficiente. No eres suficiente ahora, ni lo fuiste antes, ni lo serás nunca.” Esa sensación de estar compitiendo contra alguien o algo que no puedes alcanzar, como si estuvieras corriendo tras un espejismo en un desierto interminable.

Eso era Yaakov. Desde el momento en que nació, literal y figurativamente, agarrado al talón de su hermano, todo en su vida giraba en torno a una lucha. Con Esav. Con su padre. Con Dios. Y, sobre todo, consigo mismo. Porque, seamos claros, su verdadero enemigo nunca fue Esav; fue esa parte de él que nunca se sentía suficiente. Esa parte que pensaba que tenía que ser alguien más para valer algo.
Yaakov pasó gran parte de su vida tratando de escapar, tanto de sus circunstancias como de sí mismo, luchando por encontrar un valor que creía no tener. Su nombre mismo, “Yaakov”, viene del talón. Pero no solo era un talón físico; era una posición psicológica, emocional y espiritual: la de estar siempre detrás. En su mente, siempre había alguien más fuerte, más amado, más digno. Así que hizo lo que muchos hacemos: se puso máscaras. Fingió ser su hermano, engañó a su padre, manipuló la narrativa para intentar ganarse lo que pensaba que le faltaba. Pero dime una cosa: ¿qué pasa cuando vives toda tu vida intentando ser alguien que no eres? ¿Qué pasa cuando luchas con todas tus fuerzas por algo que ni siquiera estás seguro de que necesitas? Te quiebras. Y eso fue lo que le pasó a Yaakov.

Su historia no es la de un héroe perfecto. No es épica. Es dolorosa, complicada y, sobre todo, humana. Pero precisamente por eso, podemos aprender de ella. Porque en su lucha, en su crisis, en su momento más oscuro, Yaakov encontró algo que tú y yo también podemos encontrar si nos atrevemos a atravesar el dolor: la verdad. Pero, ojo, la verdad duele. La verdad te va a arrancar las máscaras. Va a destruir las mentiras que te cuentas. Y si no estás dispuesto a enfrentarte a ti mismo, no la vas a encontrar.
Este ensayo no es solo sobre Yaakov; es sobre ti. Sobre mí. Sobre nosotros. Sobre el camino que todos tenemos que recorrer para encontrarnos, para enfrentarnos con nuestras sombras y, al final, descubrir quién demonios somos de verdad. Así que, si estás listo, vamos a mirar de cerca el viaje de Yaakov. No te prometo que será cómodo, pero sí que será real.
La historia de Yaakov: Un viaje de lucha y transformación
El conflicto inicial: Yaakov versus Esav
Desde el principio, Yaakov llegó al mundo con una desventaja. Literalmente. Nació segundo, agarrado al talón de su hermano Esav, como si desde el primer segundo de su existencia ya estuviera intentando ponerse al frente. Pero esa posición no era solo física, era psicológica, emocional y espiritual. Ser "segundón" no es solo un lugar en el orden de nacimiento; es un sentimiento, una sombra que te sigue a donde vayas. Es esa voz que te dice: "Tú no eres suficiente. El otro siempre será más fuerte, más amado, más merecedor."

Yaakov creció en un hogar donde todo parecía destinado a Esav. Su padre, Itzjak, estaba obsesionado con él: Esav era el cazador, el fuerte, el que traía carne a la mesa. Esav era el hombre del que te sientes orgulloso cuando hablas con tus amigos: "¡Ese es mi hijo!" Yaakov, en cambio, era el callado, el que se quedaba en la tienda, el que siempre parecía más conectado con su madre que con su padre. Y aunque Rivka lo amaba, Yaakov sabía que en los ojos de su padre, él era "el otro". ¿Y qué hace un niño que siente que nunca será suficiente? Empieza a buscar maneras de demostrar su valor.
En el caso de Yaakov, esa lucha comenzó con la primogenitura. En su mente, eso era lo que lo separaba de ser como Esav. La primogenitura no era solo una cuestión de quién nació primero; era un símbolo. Significaba autoridad, bendición, propósito. Y aunque Esav la tuvo en sus manos, nunca le dio importancia. ¿Qué hizo Yaakov? Aprovechó la oportunidad. Un día, Esav llegó hambriento del campo y, en un movimiento digno de un estratega frío, Yaakov le ofreció un plato de lentejas a cambio de su primogenitura. Esav, como el hombre impulsivo que era, aceptó sin pensarlo dos veces. Fue el primer golpe de Yaakov en esta rivalidad, pero no el último.
Luego vino la bendición de Itzjak. La bendición no era un simple ritual simbólico; era el acto final de un patriarca, el paso de la antorcha espiritual y material al siguiente líder de la familia. Y Yaakov sabía que su padre quería dársela a Esav. Pero Rivka tenía otros planes. Ella sabía que Yaakov estaba destinado a ser algo más grande. Así que juntos, madre e hijo, trazaron un plan: Yaakov se disfrazaría de Esav y engañaría a su padre ciego para recibir la bendición.
¿Fue justo? No. ¿Fue necesario? Probablemente. Pero lo que realmente importa aquí es lo que este acto dice sobre Yaakov. Él no creía que podía obtener lo que deseaba siendo él mismo. Necesitaba ponerse la piel de Esav, literalmente, para recibir la bendición. ¿Cuántas veces hemos hecho lo mismo? Fingir ser alguien más para obtener la aprobación de los demás. Porque, en el fondo, eso es lo que hacía Yaakov: luchaba por ser suficiente.

Pero aquí está el problema: incluso cuando "ganas", pierdes. Yaakov obtuvo la bendición, sí, pero no la paz. En lugar de celebrar, tuvo que huir. Porque no importa cuánto te esfuerces por demostrar que vales, si lo haces desde un lugar de inseguridad, siempre te quedarás vacío. Porque no estás luchando contra el mundo, estás luchando contra ti mismo.
Yaakov pasa años huyendo. Primero, de Esav; después, de Labán; y siempre, siempre, de sí mismo. Porque seamos honestos: podemos cambiar de casa, de trabajo, de pareja, o incluso de país, pero nunca podemos escapar de esa voz en nuestra cabeza que nos susurra al oído: "¿Y si no soy suficiente?" Puedes correr todo lo que quieras, pero al final, siempre hay una noche oscura que te alcanza. La de Yaakov llegó a orillas del río Yabok.

Esa noche, Yaakov estaba solo. La soledad siempre tiene esa magia aterradora de enfrentarte contigo mismo. Sin distracciones. Sin máscaras. Sin redes sociales que te digan quién deberías ser. Solo tú, y el reflejo de todas las cosas que no quieres ver. En este estado, Yaakov es atacado por un hombre misterioso. Los sabios dicen que es el "angel de Esav" La Torá dice que pelearon toda la noche. Esta no es solo una pelea física; es un duelo entre Yaakov y todo lo que ha cargado durante años. Es él contra su sombra. Es él contra todas esas voces que ha tratado de callar: "Nunca serás suficiente."
La lucha con el ángel es un símbolo brutal y hermoso del momento en el que ya no puedes correr más. Esa noche, Yaakov no estaba peleando con Esav, ni con Dios, ni con el universo. Estaba peleando consigo mismo. Y no fue una pelea bonita. Fue cruda, sucia, llena de sudor, lágrimas y rabia. Porque enfrentarte a ti mismo nunca es elegante. Es visceral. Te duele. Te rompe. Pero también te transforma.
La lucha duró hasta el amanecer. El "ángel" lo hirió en la cadera, dejando a Yaakov cojeando para siempre. Salir de la lucha con tu sombra no te deja intacto. Te deja cicatrices. Y esas cicatrices son importantes, porque te recuerdan lo que enfrentaste y sobreviviste. La cadera de Yaakov, su cojera, era un recordatorio físico de que ya no era el mismo hombre. Había pasado por el fuego y había salido diferente.

Al final, Yaakov no se rinde. No suelta al ángel. En lugar de pedir que lo deje ir, exige una bendición. Y ahí está lo mas importante: Yaakov no solo sobrevive; reclama algo más. Reclama lo que nunca había podido reclamar antes: su propia identidad. Porque, en ese momento, algo cambia. Yaakov deja de pelear como alguien que está tratando de demostrar algo. Deja de intentar ser Esav, de buscar aprobación, de esconderse. En cambio, pelea como alguien que sabe que ya es suficiente. Y esa es la verdadera victoria.
El ángel le da un nuevo nombre: Israel. El que lucha con Dios y los hombres y prevalece. Esto no significa que Yaakov ganó, porque la victoria aquí no es sobre el ángel. Es sobre él mismo. Es la victoria de aceptarte tal como eres. Yaakov se convierte en Israel no porque sea perfecto, sino porque finalmente enfrenta su verdad. Ya no necesita ser Esav. Ya no necesita probar nada. Es suficiente siendo Yaakov, con todo y su cojera.

Y aquí viene lo hermoso y lo duro: encontrar tu verdad siempre te va a costar algo. No puedes salir de una lucha como esta sin cicatrices. Pero esas cicatrices son el precio de ser auténtico. Porque ser auténtico no es cómodo. No es fácil. Es enfrentarte con lo peor de ti, con tus miedos, tus inseguridades, tus fracasos, y decir: "Sí, esto soy yo. Y aun así, valgo. Aun así, soy suficiente."
Al amanecer, Yaakov cruza el río. Ya no es el mismo hombre que empezó la noche. Ahora es Israel, alguien que se ha enfrentado con Dios y con los hombres, y que ha prevalecido. ¿Qué significa "prevalecer"? No que haya ganado, sino que ha sobrevivido, ha aprendido, y ha salido del otro lado siendo más él mismo que nunca. Y esa es la lección: si quieres encontrarte a ti mismo, primero tienes que estar dispuesto a perderte. Tienes que luchar. Y, como Yaakov, tienes que abrazar tus cicatrices como un recordatorio de que, al final, eres suficiente.
¿Qué nombre llevas hoy?
La vida es un viaje continuo entre lo que otros creen que eres y lo que tú sabes que puedes ser. Es un espacio incómodo, lleno de lucha, miedo y, a veces, caos. Pero también es un espacio lleno de potencial. No podemos ser libres si vivimos en función de los nombres que otros nos han dado.
Entonces, ¿qué nombre llevas hoy? ¿Es el nombre que otros te dieron o el que tú estás eligiendo? Porque, como Yaakov, el verdadero viaje no es ganar una lucha externa. Es encontrar la fuerza para nombrarte a ti mismo y vivir según esa verdad.

Muchos años pasaron. Yaakov está muerto. Los israelitas que vinieron de su familia son esclavos en Egipto, y Dios aparece a un hombre llamado Moshé.
Éxodo capítulo 3, en la zarza ardiente. Moshé le pregunta a Dios. Dijo: "Supongamos que voy a los israelitas y les digo, 'El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes', y ellos preguntan, '¿Cuál es su nombre?' Entonces, ¿qué les diré?" Y Dios le dijo a Moshé: "Eheye Hasher Eheye" " Sere el que sere". Esto es lo que les dirás a los israelitas Pero Dios no terminó allí. Porque lo próximo que dijo fue: "Diles a los israelitas: '¿Quieren saber quién soy y qué clase de Dios soy? Díles: "(soy) El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac...y Espera...Estoy pensando que va a decir: "El Dios de Israel." Después de todo, ese es el lado bueno de Yaakov. El nuevo Yaakov. El que cambió en la lucha. Si fueras un Dios y quisieras darte a conocer, ¿no te llamarías el Dios de Israel? ¿No querrías ser el Dios del hombre que superó sus sombras? Pero Dios dice algo diferente, algo más profundo. Le dice a Moshé, y te dice a ti hoy: "Yo soy el Dios de Yaakov."

El Dios de Yaakov. No solo el Dios de tus victorias, sino también el Dios de tus derrotas. El Dios de Yaakov. No solo el Dios de tu éxito, sino también el Dios de tus fracasos. Soy el Dios de esa parte de ti que escondes, que te avergüenza, que temes que otros descubran. Soy el Dios de tu lucha. Soy el Dios que está en el desorden, en el caos, en las noches más oscuras. Soy el Dios de Yaakov.
Y ese Dios está aquí, en este lugar, contigo. Él no se asusta de tus miedos, no huye de tus sombras, y no rechaza tus caídas. No importa cuán lejos creas estar, ni cuán rotos sientas tus pedazos. Porque el Dios que fue el Dios de Yaakov, el que lo vio en sus noches más oscuras, también es tuyo. No necesitas perfección para encontrarte con Él, solo el coraje de abrazar quien eres. Porque en cada sombra, hay una chispa de luz, y en cada lucha, está Él, esperándote para recordarte que incluso en tu caos, eres suficiente.
Génesis y Éxodo.
Rashi (Rabí Shlomó Itzjaki). Comentario sobre la Torá.
Sacks, Jonathan. Covenant and Conversation: Genesis - The Book of Beginnings.
Kushner, Harold. When Bad Things Happen to Good People.
Midrash Rabá. Comentario a Génesis.
Furtick, Steven. God of My Struggle. Elevation Church.
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