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Vaera -¿De Quién Eres Esclavo?

Por Jack Levy

 

¿Eres libre?, probablemente responderas que sí. Tienes un trabajo, tomas tus propias decisiones, decides qué comer, con quién salir y a qué dedicar tu tiempo.

Pero vamos a ser honestos.

Si hoy no revisas tu teléfono por una hora, ¿sientes ansiedad? Si no cumples las expectativas que otros tienen de ti, ¿te sientes un fracaso? Si no obtienes validación externa, ¿te empiezas a cuestionar tu valor?


La esclavitud moderna no necesita de cadenas para atraparte. No necesitas látigos ni pirámides para ser esclavo. Hoy en día, servimos a otros faraones: el miedo, la validación, la aprobación social, las adicciones sutiles que nos mantienen atrapados en una rutina que nos destruye.

Y aquí está la verdad incómoda: no existe la libertad absoluta.

Solo hay dos opciones: o sirves a tu faraón interno –el ego, el miedo, la comodidad– o sirves a Dios, a tu higher self, a tu propósito más elevado. No hay término medio.

La Parashá Vaerá nos enfrenta precisamente a esta pregunta: ¿de quién eres esclavo?

Moisés viene con un mensaje directo de Dios: "

Deja ir a mi pueblo para que me sirva" (Éxodo 7:16).

Pero el faraón se niega una y otra vez. Porque así funciona el ego: te hace creer que tienes el control, cuando en realidad, solo estás postergando lo inevitable.

El Faraón no es solo un personaje de la Torá; es esa voz interna que te susurra: "Estás bien donde estás, no necesitas cambiar". Y ahí estás, construyendo pirámides en una vida que no te llena, atrapado en la misma rutina día tras día.

¿Cuántas veces Dios –tu conciencia, tu voz interna– te ha dicho que salgas de ahí, pero sigues justificando tu permanencia?


El problema es que nos cuesta elegir la libertad porque viene con un precio: responsabilidad, esfuerzo y fe. Egipto, aunque esclavizante, es predecible. La libertad, en cambio, es aterradora porque implica soltar lo que conoces.

La pregunta es clara: ¿seguirás siendo esclavo de un faraón que se esconde en tu zona de confort, o te atreverás a servir a algo más grande, algo que realmente te libere?

La única diferencia es que algunos lo hacen conscientemente y otros se engañan creyendo que son libres.

Moisés no es solo un personaje bíblico; es esa parte de ti que susurra que hay algo más, que insiste en que no naciste para construir pirámides ajenas. Pero liberarte no será fácil.


Egipto nunca se fue. Hoy toma la forma de tu dependencia a la validación externa, de tus miedos disfrazados de excusas lógicas, de esa vocecita que te dice: “mejor mañana”. Y las plagas... bueno, las plagas no fueron solo castigos divinos, fueron las grietas en la ilusión de seguridad. Las mismas grietas que empiezan a aparecer en tu vida cuando intentas cambiar y todo parece ponerse en tu contra.


Entonces dime, ¿cuánto tiempo más vas a aplazar tu Éxodo? Porque el tiempo pasa, y el faraón que llevas dentro no va a soltarte tan fácilmente.


Hubo un tiempo en que los hebreos no eran esclavos. De hecho, vivían cómodamente en Egipto, con estabilidad y prosperidad. Pero todo cambió con una simple frase:

"Se levantó un nuevo rey sobre Egipto que no conocía a Yosef." (Éxodo 1:8)

Eso es todo lo que se necesitó. Un cambio de liderazgo, un nuevo jefe en la oficina, una crisis inesperada, y de repente, lo que antes te daba seguridad se convierte en tu prisión.


Así comienza la esclavitud: lenta, sutil, disfrazada de normalidad. No llega con látigos de inmediato; primero te hace sentir útil, necesario. El faraón no los encadenó de un día para otro; primero les dio trabajo, después impuestos, luego cargas, y finalmente, los aplastó.


¿Te suena familiar?


Nos acostumbramos al "peso" de la vida: el estrés del trabajo, las expectativas sociales, la necesidad de encajar. Poco a poco, dejamos de preguntarnos si esto es realmente lo que queremos, hasta que un día miramos alrededor y nos damos cuenta de que estamos atrapados. Pero no importa cuán pesadas sean las cadenas, siempre hay un momento en que empezamos a darnos cuenta de que algo anda mal.

Los hebreos empezaron a despertar, a cuestionarse. Y justo cuando comenzaron a darse cuenta de su situación, Dios envió a Moisés.

Pero aquí viene el giro inesperado.

Cuando Moisés llega con el mensaje de liberación, el faraón no se asusta ni negocia. No. Él endurece su corazón. Multiplica el trabajo. Hace que la gente desconfíe de Moisés.

Porque así funciona tu faraón interno.

En el momento en que decides cambiar, en el momento en que te atreves a cuestionar tu rutina, el sistema contraataca. Si decides empezar a comer sano, de repente todo tu entorno parece conspirar para tentarte. Si decides cambiar de carrera, surgen mil razones por las que es mejor quedarte donde estás.


"¿Quién es este Dios del que hablas?" – pregunta el faraón (Éxodo 5:2).

Traducción moderna: "¿De verdad crees que puedes cambiar?"

La respuesta de Dios es simple pero devastadora:

"Vaerá" – Me mostraré" (Éxodo 6:3).

Dios no se presenta de inmediato con milagros. Se revela poco a poco, a través de la resistencia, el caos, la confrontación. Y aquí es donde comienza el verdadero desafío: las plagas.

Las plagas no fueron solo castigos para Egipto; fueron señales, oportunidades de despertar, de romper la ilusión de control del faraón. Y si miras bien tu vida, te darás cuenta de que tú también has enfrentado tus propias plagas.


Las Plagas:

Cada plaga golpeó una ilusión diferente de los egipcios, al igual que cada crisis en tu vida golpea una creencia errónea que has mantenido por demasiado tiempo.

  1. Sangre – Cuando lo que te sostenía se contamina

    • El Nilo era la fuente de vida de Egipto, su comodidad, su seguridad. Pero de un día para otro, se convierte en sangre. Así pasa cuando algo en tu vida que parecía seguro –tu relación, tu trabajo, tu cuerpo– de repente te muestra que algo anda mal.

    • Mensaje: ¿Estás seguro de que lo que te alimenta no te está intoxicando?

  2. Ranas – La invasión del ruido innecesario

    • Las ranas invadieron cada rincón de Egipto, perturbando la paz. Igual que el ruido constante de las redes sociales, la opinión de los demás, el exceso de distracciones.

    • Mensaje: ¿A qué estás permitiendo entrar en tu vida que no te deja avanzar?

  3. Piojos – Las pequeñas molestias que ignoras

    • Pequeñas, molestas, imposibles de ignorar. Son como esos problemas sin resolver que fingimos que no existen hasta que se vuelven insoportables.

    • Mensaje: ¿Cuánto tiempo más vas a ignorar lo que te molesta?

  4. Animales salvajes – El caos descontrolado

    • A veces, la vida te enfrenta a momentos de absoluto caos, donde parece que todo se desmorona. Pero el caos no es el problema, es tu reacción a él.

    • Mensaje: ¿Eres esclavo de la necesidad de controlarlo todo?

Las plagas siguen, cada una con su propio mensaje, hasta que finalmente...

El faraón no se rinde fácilmente. Y tú tampoco lo harás.

Cada vez que una plaga golpea, el faraón se endurece aún más. Y tú lo has hecho también. Cuando la vida te empuja a cambiar, te resistes. Siempre encuentras una excusa: “No es el momento”, “Tal vez más adelante”, “No estoy listo”.

Pero el proceso de liberación no espera a que estés listo. Dios envió las plagas no para destruir a Egipto, sino para despertar a su pueblo. Y lo mismo ocurre en tu vida.

Cada golpe, cada crisis, cada obstáculo… son recordatorios de que tu faraón interno te está reteniendo.


Entonces dime: ¿cuántas plagas necesitas antes de decidirte a cambiar?


Moisés: El despertar de la conciencia

Moisés representa esa parte de ti que sabe que hay algo más, que insiste en que no naciste para construir pirámides ajenas. Pero, al igual que tú, también sintió miedo.

Cuando Dios lo llama desde la zarza ardiente, su primera reacción no es heroica, es humana: duda, se siente pequeño.

"¿Quién soy yo para ir ante el faraón?" (Éxodo 3:11)

Ese es el diálogo que tienes contigo mismo cada vez que piensas en cambiar. "¿Y si fracaso?" "¿Y si no soy lo suficientemente bueno?"

Porque, seamos honestos, el miedo no es a fallar, el miedo es a descubrir que puedes ser más de lo que crees.

La verdadera libertad no llega cuando te sientes listo; llega cuando decides actuar a pesar del miedo.

Dios no le promete a Moisés que será fácil, ni que tendrá todas las respuestas. Solo le dice lo mismo que te diría a ti:

"Yo estaré contigo." (Éxodo 3:12)

La única forma de salir de Egipto es confiar en que hay algo más grande que tu miedo. Que hay algo más grande esperándote.

Así que la pregunta sigue en pie:

¿De quién eres esclavo?

¿Del faraón interno que te convence de quedarte donde estás, de postergar, de seguir construyendo en una vida que no es tuya?

¿O de Dios, de esa voz interna que te llama a algo más grande, más auténtico, más tuyo?

"Vaerá" – "Me mostraré."

Dios está aquí. La verdadera pregunta es: ¿estás dispuesto a ver?


Faraón no cede. Y tú tampoco.

Moisés se presenta ante él con un mensaje claro y directo:

"Así dice Hashem: deja ir a mi pueblo para que me sirva." (Éxodo 7:16)

Pero faraón, con la arrogancia de quien cree tener el control, responde con desprecio.

¿Por qué? Porque el faraón –al igual que tu ego– no suelta fácilmente lo que cree que le pertenece.

Aquí hay una verdad incómoda: te has acostumbrado a la esclavitud.

La rutina, aunque te ahogue, es familiar. La zona de confort, aunque te asfixie, te da una sensación de seguridad. Salir de Egipto significa romper con todo lo que conoces, y eso es aterrador.

Por eso, cuando Moisés y Aarón presentan la oportunidad de libertad, el faraón responde con más opresión.

"Que se les multiplique el trabajo y que no den oídos a palabras engañosas." (Éxodo 5:9)

¿Te suena conocido?


Cada vez que intentas cambiar, tu faraón interno encuentra la manera de mantenerte ocupado, distraído, atrapado en excusas.

"No tengo tiempo.""No es el momento correcto.""No sé por dónde empezar."

La esclavitud moderna es más astuta: te hace sentir productivo mientras sigues encadenado.

Faraón no se rinde fácilmente. Y tú tampoco.

Cada vez que una plaga golpea, faraón se endurece más.

Esto es lo que la psicología moderna llama disonancia cognitiva, la resistencia a aceptar que es hora de cambiar. Preferimos justificar el caos antes que enfrentar la verdad.

El Talmud lo dice claramente:

"El camino por el cual una persona desea andar, por ese camino será conducida." (Sanedrín 39a)

Cada vez que ignoras la necesidad de cambio, endureces tu corazón un poco más.

Pero Dios no se detiene.

En esta Parashá, Dios le revela a Moisés Su verdadero nombre:

"Yo soy Hashem."

No un Dios lejano, sino un Dios presente en cada proceso de tu vida, en cada plaga, en cada oportunidad de liberarte.

Aquí está la clave:

Dios no solo quiere sacarte de Egipto físicamente; quiere que dejes de pensar como esclavo.

Porque puedes dejar Egipto, pero si Egipto sigue dentro de ti, tarde o temprano regresarás.


Las Cuatro Promesas de Redención: El Camino Hacia la Libertad

Dios le da a Moisés cuatro promesas:

  1. VeHotzeti "Los sacaré de Egipto" – Te liberará de la esclavitud visible, la opresión externa.

  2. VeHitzalti "Los rescataré de su servidumbre" – Te liberará del condicionamiento mental, de las cadenas invisibles.

  3. VeGaalti "Los redimiré con brazo extendido" – Te mostrará quién realmente eres, tu verdadero potencial.

  4. VeLakajti"Los tomaré como Mi pueblo" – Te dará un propósito más grande que tú mismo.

Cada una de estas etapas es un paso en tu propio camino de liberación.


Salir de Egipto fue fácil. Tomó solo un día.

Pero sacarse a Egipto de la mente... tomó 40 años.

Porque huir es rápido, pero sanar lleva tiempo. Porque dejar atrás a faraón es fácil, pero silenciar su voz en tu cabeza es otra historia.

¿De qué sirve cruzar el mar si sigues pensando como esclavo?

El verdadero Éxodo no es salir de Egipto; es dejar de volver a él.


La Lucha Interna: Faraón Vs. Dios


El faraón no es solo el villano de la historia; es tu reflejo. Esa voz que te dice“Quédate donde estás,” “Nunca vas a cambiar,” “No eres suficiente.”

Dios, en cambio, es la voz que te incomoda, la que te reta, la que te empuja más allá de lo conocido. Escuchar al faraón es fácil; solo requiere miedo. Escuchar a Dios requiere acción y fe inquebrantable .

Cada plaga es una lección, un golpe que te recuerda que resistirte al cambio solo trae más caos.

La Torá dice que "el corazón del faraón se endureció," pero el Midrash explica que Dios simplemente lo dejó seguir su propio camino. El verdadero endurecimiento ocurre cuando decides ignorar la verdad una y otra vez.

¿Cuántas veces has hecho lo mismo? Postergas, justificas, te convences de que todo está bien… hasta que ya no puedes sentir, ni escuchar, ni creer que hay algo más allá de esta rutina.

Pero Dios sigue enviando señales. Y cada vez que las ignoras, las consecuencias se vuelven más fuertes. Primero, son pequeñas molestias. Luego, son crisis que no puedes evitar.

La pregunta es: ¿cuánto necesitas perder antes de decidir salir de Egipto?


El Quiebre: Cuando el Dolor Supera el Miedo

En la séptima plaga, el granizo, algo cambia. Por primera vez, el faraón admite su error:

"Esta vez he pecado; Hashem es justo, y yo y mi pueblo somos los perversos." (Éxodo 9:27)

¿Has tenido ese momento? Ese instante en el que te das cuenta de que no puedes seguir

negándolo más. Ese momento en el que te ves al espejo y admites que las cosas deben cambiar.

Pero aquí está la trampa: el faraón se arrepiente… por un momento. Tan pronto como la plaga pasa, vuelve a su vieja actitud.

¿Cuántas veces te ha pasado lo mismo? Prometes cambiar después de una crisis, pero cuando las aguas se calman, vuelves a los mismos patrones.

Es fácil arrepentirse cuando duele. Lo difícil es mantenerse firme cuando la tormenta pasa.


La lección es clara: no puedes negociar con tu faraón interno. No puedes salir de Egipto a medias. No puedes seguir sirviendo al miedo y a Dios al mismo tiempo.

Dios no dice "negociemos". Dios dice "Déjalos ir".

Moisés representa esa parte de ti que insiste, que no se rinde, que sigue volviendo una y otra vez a recordarte que fuiste creado para algo más grande que construir pirámides para otros.

Así que aquí estás, parado frente a tu propia elección.

¿Vas a esperar a que llegue la última plaga, o estás listo para dar el primer paso?


La Decisión Está en Tus Manos

La decisión es tuya. Tal vez aún no lo entiendes, pero cada día eliges a quién sirves. O dejas que gobierne el faraón –tu miedo, tu ego, tus excusas– o dejas que gobierne tu propósito, tu grandeza, tu Dios.

No hay dos reyes.

La Torá lo deja claro:

"Yo soy Hashem, tu Dios... No tendrás otros dioses delante de Mí." (Éxodo 20:2-3)

Y el Talmud lo confirma:

"Dos reyes no pueden usar la misma corona."* (Julin 60b)

No puedes tener un pie en Egipto y otro en la libertad. No puedes seguir negociando con el miedo mientras intentas abrazar tu propósito.

El problema es que el faraón siempre grita más fuerte. Siempre ofrece la opción fácil. La comodidad de seguir igual, la falsa seguridad de lo conocido.

Pero la libertad, la verdadera libertad, nunca se siente cómoda. Es un salto al vacío, un acto de fe.

Dios ya ha enviado suficientes señales.

La pregunta es: ¿vas a seguir ignorándolas?


La Octava Plaga: Langostas – Cuando lo que creías seguro se desvanece

"¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante Mí?" (Éxodo 10:3)

Las langostas no avisan. Llegan y arrasan con todo. Lo poco que quedaba después del granizo, desaparece en cuestión de horas.

Así es la vida. Lo que creías seguro –tu trabajo, tu relación, tu estabilidad– puede desmoronarse en un instante. Porque las bases sobre las que construiste tu mundo no eran tan firmes como pensabas.

A veces, solo cuando lo perdemos todo, nos damos cuenta de que llevábamos demasiado tiempo apostando por lo equivocado. Nos aferramos a lo que creemos que nos da identidad, sin darnos cuenta de que nos está consumiendo por dentro.

Faraón, al ver la destrucción, finalmente parece ceder... o al menos eso creemos.

"He pecado contra Hashem, vuestro Dios, y contra ustedes." (Éxodo 10:16)

¿Te suena familiar? Decimos que vamos a cambiar, que esta vez sí es en serio. Prometemos que seremos diferentes. Pero en cuanto la presión desaparece, volvemos a nuestros viejos hábitos, a las mismas excusas, a los mismos patrones destructivos.

Porque liberarse no es solo admitir el problema. Es hacer algo al respecto.


La Novena Plaga: Oscuridad – Cuando ya no ves el camino

"Y hubo densa oscuridad sobre toda la tierra de Egipto por tres días." (Éxodo 10:22)

El Zohar  lo dice de manera contundente:

"La peor oscuridad es aquella en la que el hombre no reconoce su propia esencia."(Beshalaj 51b)

No era una simple falta de luz. Era la parálisis total.

La Torá dice que "ningún hombre podía ver a su hermano ni levantarse de su lugar." No podían moverse. No podían ver soluciones. No podían conectarse con nada ni con nadie.

¿Te suena?

La oscuridad no siempre es externa. A veces está dentro de ti, en esos momentos donde te sientes atrapado, incapaz de avanzar, desconectado del mundo y de ti mismo. Rodeado de gente, pero completamente solo.

Ese es el tipo de oscuridad más peligrosa.

El Faraón, atrapado en su propio ego, sabe que ha perdido, pero no lo quiere admitir. Prefiere quedarse en la oscuridad que enfrentar la luz de la verdad.

¿Cuántas veces has hecho lo mismo? Sabes que tienes que cambiar, pero sigues esperando un “mejor momento” que nunca llega. Sigues creyendo que tienes el control, cuando en realidad, estás completamente a ciegas.

Y aquí está la ironía más brutal de la historia:

Los hebreos tenían luz en sus hogares.

Porque la libertad no es algo externo. Es una decisión interna.

Incluso en la oscuridad más densa, puedes encontrar luz… si decides abrir los ojos.

La Última Advertencia:

Después de la plaga de la oscuridad, el faraón, aferrándose a su terquedad, le dice a Moisés:

"¡Apártate de mí! No verás más mi rostro, porque el día que veas mi rostro, morirás." (Éxodo 10:28)

Lo que faraón no sabe es que acaba de firmar su sentencia.

Cuando rechazas la verdad una y otra vez, eventualmente pierdes la capacidad de verla.

Así pasa en la vida. Ignoras las señales el tiempo suficiente y un día te despiertas y ya no sabes quién eres. Te pierdes en el ciclo de negación y, cuanto más esperas, más difícil es salir.

Dios advierte a Moisés que la última plaga está por venir: la muerte de los primogénitos.

El golpe final. La sacudida que ya no se puede ignorar.

La pregunta es: ¿qué tendrá que pasar en tu vida para que finalmente despiertes?


La Decisión Final


Aquí estamos. Moisés está a punto de liderar al pueblo fuera de Egipto, pero hay algo que ni él puede hacer por ellos: decidir.

La verdadera esclavitud no es física; es mental. Puedes cruzar el Mar Rojo, pero si Egipto sigue dentro de ti, tarde o temprano regresarás. Porque ser esclavo es más fácil que ser libre. La libertad exige que te enfrentes a ti mismo, a tus miedos, a tus creencias más arraigadas.


La Parashá Vaerá nos deja con una pregunta clave:

¿Vas a dejar que el faraón siga gobernando tu vida o finalmente vas a servir a algo más grande que tú?

Dios no espera que tengas todas las respuestas, solo que tomes el primer paso.

"Y Yo os tomaré para Mí como pueblo, y Yo seré vuestro Dios, y sabréis que Yo soy Hashem." (Éxodo 6:7)

La verdadera libertad no se trata solo de ti. Se trata de algo más grande, de una historia que trasciende tu pequeño Egipto personal.

Porque el Éxodo no es solo historia; es tu historia.

Es cada vez que te quedas atrapado en un ciclo destructivo. Es cada vez que dices “mañana cambio” y ese mañana nunca llega. Es cada vez que el miedo gana.

Pero ahora ya no puedes fingir que no lo sabes. No hay punto medio.

O sales de Egipto, o mueres construyendo pirámides que no son tuyas.

Tú decides.

Y aquí está la verdad más dura de todas: nunca serás completamente libre. Siempre serás esclavo de algo.

La única pregunta que realmente importa es…


¿De Quién Eres Esclavo?


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 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

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