Tzav – ¿A Quién Estas Sirviendo?
- Jack Levy
- 5 abr
- 8 Min. de lectura
Por Jack Levy
Te voy a hacer una pregunta incómoda:¿Estás sirviendo a Dios… o te estás sirviendo de Él para sentirte especial?
No la contestes rápido. Mejor respira. Y observa:

¿Te ha pasado que ayudas a alguien y te molesta que no te dé las gracias?¿Das una clase, compartes algo valioso, y en el fondo esperas que te aplaudan?¿Rezas, estudias Torá, o haces algo “espiritual” y te sientes superior?¿Te incomoda cuando alguien más brilla más que tú en lo sagrado?¿Haces el bien… pero si nadie se entera, sientes que no valió la pena?
Entonces dime con la mano en el pecho:¿De verdad lo hiciste por Dios?¿O porque no soportas dejar de sentirte “especial”?
Hay quienes se entregan a Dios.Y hay quienes usan a Dios para alimentar su reflejo en el espejo.Y lo más fuerte es que a veces ya no sabemos distinguir una cosa de la otra.
En este ensayo vamos a enfrentar preguntas que no se hacen en la sinagoga:
– ¿Cómo saber si estás sirviendo a Dios… o sirviéndote a ti, disfrazado de sagrado?– ¿Por qué el ego espiritual es el más difícil de detectar… y el más peligroso?– ¿Qué significa realmente entregar un Korban si ya no hay altar?– ¿Qué parte de ti tendría que morir para que lo que haces deje de ser teatro?
Y sobre todo:¿Qué es eso que todavía no has puesto en el fuego?
Te lo pongo en imágenes reales. Nada de metáforas etéreas:
El maestro que “sirve”, pero se intoxica con la admiración de sus alumnos.El rabino que predica humildad, pero no soporta que no lo consulten todo.El cantante que canta para Dios, pero se deprime si no lo invitan a cantar.El joven que se dice espiritual, pero no puede renunciar a su imagen en redes.Tú. Yo. Todos. En algún rincón. Sirviendo al ídolo de nosotros mismos.
Esta semana leemos Perashá Tzav.El fuego que no se apaga.Y celebramos Shabat HaGadol.El acto más valiente de desobediencia espiritual en la historia de Israel.
Y no es casualidad que coincidan.
Porque uno habla del fuego constante…Y el otro, de lo que debe arder.
Este ensayo no va a buscar respuestas suaves.Va a prender fuego.
Porque solo cuando el ego se vuelve humo, comienza el verdadero servicio.
Tzav: El fuego que no se apaga
“La llama perpetua se mantendrá encendida sobre el altar; no se apagará.”(Vayikrá 6:6)
No es metáfora. No es poesía. Es una orden.El fuego del altar debía arder todo el tiempo. Día y noche. Llueva o truene.Sin importar si había sacrificios o no, si había público o no.Ese fuego no dependía de la emoción del sacerdote.Dependía de su disciplina.
Y ahí empieza la lección.

Porque tú puedes hacer lo correcto, lo santo, lo espiritual…pero si ese fuego depende de cómo te sientes, no es fuego divino.Es combustible humano.
Lo que Tzav viene a recordarte es que el verdadero servicio no se alimenta de inspiración,sino de intención constante.
El Baal HaTania lo explicó así:El fuego del altar representa el alma humana, que naturalmente tiende hacia arriba, hacia su Fuente.Pero esa tendencia no se sostiene sola.Requiere que todos los días te presentes.Que pongas leña.Que limpies las cenizas.Que aguantes la rutina.
Servir a Dios, en este nivel, no se trata de emociones intensas.Se trata de fidelidad silenciosa.
Es cuando sigues orando aunque no sientas nada.Cuando estudias aunque nadie te pregunte qué aprendiste.Cuando limpias tu casa emocional aunque no vayas a recibir visitas.Cuando haces lo correcto aunque nadie lo note.
El fuego del altar no era bonito. No olía a incienso.Olía a carne quemada. A grasa. A rutina.Y sin embargo, era el centro del Mishkán.El punto de encuentro entre lo terrenal y lo divino.
Eso nos confronta.Porque hoy queremos espiritualidad sin fuego.Queremos conexión sin compromiso.Queremos milagros sin sacrificio.
Nos volvimos adictos a los momentos intensos,y olvidamos que la verdad se construye con lo que haces cuando nadie te ve.
Ahí empieza el servicio.Ahí empieza el altar.Ahí se ve si tu fuego viene de la chispa del alma,o si solo estás actuando para la tribuna.
Shabat HaGadol: El cordero que hay que matar
No fue un milagro.No cayó fuego del cielo.Nadie escuchó voces celestiales.Pero fue uno de los actos más revolucionarios de la historia espiritual de la humanidad.
El pueblo estaba en Egipto, aún esclavo.Y Dios les dice:“Tomen un cordero —sí, el animal que sus amos consideran sagrado—átenlo a la vista de todos, y dentro de cuatro días…sáquenlo a la calle y mátenlo.”

Así, sin garantías.Sin milagros previos.Solo fe. Solo fuego interno.
Fue un acto suicida.Una forma pública de decir:“No le tengo miedo a tu dios. No le tengo miedo a tu sistema. No le tengo miedo a morir si eso significa dejar de fingir.”
Por eso se llama Shabat HaGadol.No porque pasara algo espectacular…sino porque el alma colectiva por fin creció.Porque ese día, el pueblo dejó de ser víctima.Y se convirtió en protagonista.
Ahora detente un momento.Y respóndeme con el corazón en la mano:
¿Quién es tu cordero hoy?
No me refiero a un animal.Ni a un ritual.Me refiero a la imagen de ti mismo que has aprendido a venerar.
Tal vez es tu rol:el maestro, la buena, el fuerte, el espiritual, el que todo lo puede, la que nunca se enoja.O tu personaje funcional:el salvador, el que siempre ayuda, el que aguanta todo.
Y todo el mundo cree que ese eres tú.Te aplauden por eso.Te reconocen por eso.Te has sostenido sobre eso.
Pero tú sabes —en lo más profundo—que eso ya no eres tú.Que eso te está ahogando.
Ese es tu cordero.Y Shabat HaGadol te dice:“Atrévete a matarlo.”
No por odio.Sino por amor a tu verdad.
Porque si no lo matas tú…te va a matar él.
El Éxodo no comienza con milagros.Comienza con una decisión brutal:sacrificar al ídolo que tú mismo construiste para sobrevivir.
¿Y sabes qué es lo más fuerte?
Dios no te va a obligar.Dios no va a hacer ese trabajo por ti.Dios no mató el cordero.Solo dio la orden.Y se quedó mirando…
Como mira ahora.
A ver si esta vez sí te atreves.
Itzjak: El altar del que nadie quiere hablar
Antes de Egipto.Antes de las plagas.Antes de las matzot, del mar rojo y de los milagros…hubo otro

altar.Una montaña.Un padre.Un hijo.Un cuchillo.
Y un silencio que nunca se ha apagado.
Y ahí está el misterio.
Porque todos hablamos de Abraham como el gran héroe de la Akedá.Pero el verdadero fuego… ardía en el pecho de Itzjak.
Él no fue el ejecutor.Fue la ofrenda.La entrega sin condiciones.Sin explicación.Sin show.
En ese momento, Itzjak no actuó por virtud.No lo hizo para enseñar, ni para quedar bien, ni para dejar legado.Lo hizo porque soltar el control era su único acto auténtico.
El Zohar lo llama “el alma del Korbán”.No porque lo mataron.Sino porque se dejó arder por dentro sin necesidad de arder por fuera.
Años después, el pueblo tendría que revivir ese gesto.Tomar al cordero, atarlo, matarlo.No como rito.Sino como símbolo.
Símbolo de la rendición del ego.Del colapso del personaje.Del final de la negociación interna.
Y eso no lo haces con milagros.Lo haces con fuego.
¿A quién sirves cuando dices que sirves?
Esta es la pregunta que nadie quiere hacerse.Y por eso nunca se responde.
Porque es fácil saber cuándo estás sirviendo al otro.Más o menos puedes detectar si estás siendo útil, generoso, presente.
Pero cuando dices que estás sirviendo a Dios…¿cómo sabes que es verdad?¿Y no una forma más sofisticada de servirte a ti?
¿De qué está hecho ese “servicio divino”?¿De amor real o de adicción al aplauso espiritual?
Vamos a ponerlo claro.

Si te molesta que nadie te reconozca…
no estás sirviendo.Estás negociando.
Si te ofendes porque no te agradecen…
no estás ofrendando.Estás facturando emocionalmente.
Si das una clase, una plática, una acción “espiritual”
y en el fondo necesitas que la gente te vea como sabio, elevado, importante…entonces tu altar no es el de Dios.Es el de tu personaje.
Y no te culpo.Todos caemos ahí.Porque el ego espiritual es el más difícil de detectar.
El ego del dinero, del poder, del sexo, es más evidente.El ego que se disfraza de humildad, de servicio, de conexión…ese es el que te puede acompañar toda la vida sin que lo veas.
El Talmud dice:
“Todo depende de la intención.”
Pero la intención no está en la cabeza.Está en lo que estás dispuesto a perder.
Servir a Dios es perder.Perder control.Perder imagen.Perder reputación.Perder la necesidad de saber que lo hiciste “bien”.

Dios no necesita actos perfectos.Necesita ofrendas verdaderas.
Recuerda a Itzjak.No predicó.No educó.No dirigió.Solo se entregó.
Y en esa entrega, lo invisible se hizo presente.En ese silencio, ardió la presencia divina.
¿Tú puedes hacer lo mismo?¿Puedes soltar el control de tu “rol espiritual”?¿Puedes dejar de ser el que enseña, el que da, el que sabe, el que guía… y simplemente ser?
¿O necesitas seguir alimentando el personaje que construiste para no sentirte vacío?
La pregunta no es si sirves a Dios.La pregunta es:¿estás dispuesto a no saberlo con certeza y aún así seguir sirviendo?
Porque si necesitas garantías…no estás sirviendo.Estás comerciando.
La Gueulá no es un regalo: es una consecuencia
Pésaj no es un evento histórico.Es una verdad espiritual que se activa o se ignora,pero no se hereda.No se compra.No se impone.
El Éxodo no comienza con milagros.Comienza con fuego.Con un acto invisible que nadie ve más que tú y Dios.
Primero tomas al cordero.Luego lo atas.Luego lo matas.Y solo después… cruzas el mar.

¿Ves el orden?
No es Dios abriendo el mar para que tú decidas si cruzas.Es tú decidiendo que ya no puedes vivir con tu personaje atado.Es tú matando a tu ego sagrado, ese que te mantiene esclavo pero con la ilusión de libertad.Y es justo ahí… cuando algo se abre.No afuera.Adentro.
Edith Eger, sobreviviente de Auschwitz, escribió:
“La libertad está en tu mente. Nadie puede darte lo que tú no te das.”
Y eso es exactamente lo que Dios te está diciendo en Pésaj:
“Yo puedo sacarte de Egipto.Pero no puedo sacar a Egipto de ti.Eso solo puedes hacerlo tú…con fuego.”
El altar eres tú

Y sí hay Korbán.Y sí hay corderos atados.
El altar está en ti. El fuego está en ti .El cordero… también.
Ahora dime:
¿Vas a seguir atado a tu personaje esperando que algo cambie?¿O vas a hacer lo que nadie más puede hacer por ti?
¿Vas a limpiar tu casa de jametz…pero dejar que tu ego se esconda bajo la alfombra?
¿Vas a leer la Hagadá este año como quien repite un cuento…o como quien reconoce que nunca ha salido del todo?
Pésaj no es salir de Egipto.Es dejar de vivir como si Egipto te definiera.
Y eso no se logra con rituales.Se logra con fuego.
No esperes que Dios lo haga por ti.Él ya abrió el mar una vez.
Ahora te toca a ti prender el fuego…y traer lo que más te duele.Lo que más te protege.Lo que más te limita.
"El verdadero Éxodo no es salir de Egipto, es dejar morir al personaje que construiste para poder sobrevivir.¨
Ese es el costo de la libertad real.Ese es el Korbán que transforma.
Y tal vez —solo tal vez—ese es el momento exacto en el que Dios vuelve a pasar por tu historia…y te saca, otra vez, de la esclavitud.
Bibliografia y referencias
Vayikrá (Levítico) 6:6
"El fuego perpetuo arderá sobre el altar": Base para la metáfora del "fuego constante" en el servicio a Dios.
Shemot (Éxodo) 12:3-11
Shabat HaGadol y el cordero: La orden de sacrificar el cordero en Egipto como acto de fe revolucionaria.
Bereshit (Génesis) 22 (Akedat Itzjak)
Itzjak como ofrenda: El Zohar (I, 119b) lo interpreta como el alma del korbán (sacrificio interior).
Talmud Bavli, Menajot 110a
"Todo depende de la intención" (Hakol holéj ajar hakavaná): Sobre la sinceridad en el servicio divino.
Tania (Likutei Amarim, cap. 28-29)
El Baal HaTania explica que el "fuego del altar" simboliza el alma humana y su lucha contra el ego.
Zohar III, 29a
Sobre Itzjak como arquetipo de entrega absoluta (mesirut nefesh).
2. Históricas y Literarias
Edith Eger, "La Bailarina de Auschwitz" (2017):
La cita sobre la libertad como decisión interna.
Concepto del "ego espiritual":
Inspirado en Rabí Abraham Joshua Heschel ("El hombre no es un ser espiritual que tiene experiencias religiosas, sino un ser humano que debe volverse espiritual") y en Rabí Menajem Mendel de Kotzk (sobre la autenticidad en el servicio a Dios).
Rabí Najman de Breslov (Likutei Moharán):
Sobre la necesidad de "quemar" el ego falso ("El verdadero sacrificio es el de la mentira que llevas dentro").
Rabí Israel Salanter (Movimiento Musar):
Crítica al "autoengaño espiritual" y la obsesión por el reconocimiento.
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