top of page
White Structure

Tetzave - Reviviendo a los Muertos

Por Jack Levy

 

Es sábado en la noche. Hay boda.

Te llega la invitación hace meses, ni te emociona, pero hay que ir. No quieres problemas con la familia, con los amigos, con la gente que espera verte ahí. Además, es en un lugar mega-lujoso, con catering de primera. Va a estar “espectacular”, dicen.

Pero en el fondo ya sabes cómo va a ser. Porque todas las bodas que no quieres ir son iguales.

Llegas. Sonrisas, abrazos vacíos, preguntas de cortesía.

  • “Hoooola ¿Cómo estás?”

  • “Bien, ¿y tú?”

  • “¡Qué bárbaro, cuánto tiempo!”

  • “Sí, demasiado…”


Demasiado tiempo desde la última vez que fingimos que nos importamos.

Brindis, luces de pista, música a todo volumen. Mazal tov! No se puede hablar, pero tampoco importa. No hay nada que decir.

Alguien te ofrece un trago.¿Por qué no? Hay que hacer esto más tolerable. Otro trago. Otro más. La fiesta “se prende”, o al menos eso parece. La gente baila, ríe fuerte, como si algo les estuviera explotando por dentro.

Pero no es alegría. Es pasion .

Un esfuerzo desesperado por tapar el vacío, por convencerse de que están teniendo la mejor noche de sus vidas.

Miras alrededor. Todos actúan como si esto fuera felicidad. Pero tú lo sientes. Algo está muerto en el aire.


Al final de la noche, la novia lanza el ramo, los borrachos dicen cosas demasiado sinceras, los meseros quieren que te largues. Agarras un Uber, miras por la ventana y te preguntas por qué te sientes más vacío que antes de llegar.

Porque esto no fue una celebración. Esto fue un ritual social, una actuación colectiva, una coreografía que ya nadie cuestiona.

Es el mismo patrón en cada evento, en cada viaje, en cada plan. La misma gente, los mismos temas, la misma música, los mismos tragos, la misma plática absurda con el tio soltero sobre su última “oportunidad de negocio”.

Pero al día siguiente, el vacío es más grande. El mismo lunes, la misma oficina, la misma rutina, la misma vida sin alma.

Y así pasa el tiempo. Se apagan las ganas, se apagan los sueños, se apaga el fuego. Hasta que un día te levantas, te miras al espejo y te das cuenta de que eres parte de ese sistema.

Uno más en el ciclo. Un muerto funcional. Un zombie más en el rebaño.

El mundo está lleno de gente que sigue moviéndose, pero ya no está viva. Y lo peor es que no conoces nada diferente y por lo tanto te rodeas de esa misma gente.

Si aún te queda algo de fuego, te van a decir que exageras. Que la vida es así. Que no hay nada más. Que lo disfrutes.

Que te tomes otro trago, sonrías y vamos por un toque.


Resumen de Parashat Tetzavé


La escena es precisa, casi quirúrgica. Dios le habla a Moshé y le ordena

:"Y tú ordenarás a los hijos de Israel..." (Veatá Tetzavé).

No menciona su nombre. No le da protagonismo. Solo un mandato. Ordena. Enciende. Separa. Purifica.


Los detalles son exactos, sin espacio para la improvisación.

  • La Menorá debe arder continuamente. No hay opción de dejarla apagada ni un solo día.

  • El Kohen Gadol debe vestirse de manera específica. No se pone lo que quiere. No es una cuestión de comodidad o estilo, es función.

  • El Mishkán debe operar con precisión. Cada elemento tiene un rol y, si algo falla, todo se desequilibra.

Este no es un mensaje místico, es una estructura de realidad. Un modelo. No se trata de fe ciega. Se trata de un sistema funcional para canalizar la presencia divina en la Tierra.

Pero entonces, aquí viene la pregunta:

Si todo estaba diseñado para sostener la conexión con lo divino, ¿qué sostiene la nuestra hoy?


Porque nos guste o no, también seguimos un sistema. Uno que no elegimos. Uno que opera en piloto automático. Uno que nos arrastra con la inercia del mundo.

Nos levantamos, trabajamos, consumimos, nos distraemos, repetimos.

Todo está diseñado para que nada interrumpa la rutina. Que no cuestionemos. Que no sintamos demasiado. Que no pensemos más allá de lo que es “normal” y si pasa tiktok siempre al rescate.

Y el problema no es solo la monotonía. El problema es lo que se acumula en el silencio.


Porque si la Torah insistía en que la Menorá no podía apagarse, ¿qué nos está diciendo sobre la naturaleza humana? Si el Kohen debía vestir símbolos de conciencia, ¿qué significa andar por la vida sin recordar quién eres? Si cada día había un servicio en el Mishkán para limpiar y renovar, ¿qué pasa cuando nosotros dejamos que la vida se llene de polvo, sin depurar nada?

Dios ordenó que todo debía ser atendido diariamente.Sin pausas. Sin excusas.Porque lo que no se cuida, se pierde.


Pero ahora dime…

¿Qué has dejado acumular? ¿Cuánto tiempo llevas sin limpiar lo que cargas? ¿Qué te está pesando tanto que ya ni lo sientes?


Porque el fuego se apaga cuando no lo alimentas.Pero también cuando lo dejas consumirlo todo sin control.

Y si la pregunta es por qué te sientes tan drenado, tan desconectado, tan atrapado en un loop sin sentido…

Tal vez es porque hace mucho que no limpias el aire.


El Aire Que Resucita o Asfixia

Silencio absoluto.


El Kohen Gadol entra al Mishkán. Su andar no es casual. Cada paso resuena con las campanas de su manto, marcando un ritmo, anunciando que todavía hay alguien aquí.

No hay discursos. No hay aplausos. No hay espectadores.Su labor no es convencer.Su labor es transformar.

Purificar el aire.

Dos veces al día, sin falta, entra en el espacio sagrado y enciende el Ketoret. No es un perfume, no es una fragancia cualquiera. Es alquimia pura.Once ingredientes, cada uno con su propio carácter. Algunos dulces, otros amargos. Algunos elevan, otros apestan.

Y aquí es donde todo cobra sentido.

No bastaba con la Menorá ardiendo.No bastaba con los sacrificios.No bastaba con las vestimentas sagradas.

Si el aire estaba contaminado, todo se volvía tóxico.

Y dime…

¿Cómo está el aire que respiras hoy?

No el de tu ciudad. No el de tu oficina. El de tu vida.

Porque el mundo huele a podrido.A emociones estancadas.A conversaciones sin alma.A pensamientos rumiantes que no llegan a ninguna parte.

Nos levantamos y ya hay ruido.WhatsApp. Instagram. Noticias. Correos.Diálogos de cortesía que no dicen nada.

Y cada día acumulamos.

Lo que no dijimos.Lo que fingimos que no nos dolió.Lo que ignoramos porque "hay que seguir adelante."

Pero el aire sigue ahí. Espeso. Cargado. Invisible, pero sofocante.

Y el problema es que cuando el aire se envenena, no lo notas de inmediato.No te mata de un golpe. Solo te adormece.


Te acostumbras a respirar algo que no es vida, hasta que un día ya no recuerdas cómo era sentir.

Y ahí es cuando te das cuenta de que te volviste un muerto funcional.

Pero el Ketoret existía para evitar exactamente eso.

No era un perfume para Dios.Dios no necesita que el aire huela bien. Nosotros sí.

El Ketoret depuraba el espacio, la energía, el ambiente. No para adornar el Mishkán, sino para que las personas pudieran seguir vivas en su interior.

El Kohen Gadol no era solo un sacerdote.Era un alquimista.No separaba lo bueno de lo malo, lo puro de lo impuro.Su trabajo era tomarlo todo y transformarlo.

Cada mañana y cada tarde, sin fallar, entraba en el Mishkán y tomaba los once ingredientes del Ketoret.Hierbas, resinas, especias. Algunas dulces, otras amargas. Algunas perfumadas, otras con un hedor insoportable.

Porque todo debía ser ofrendado.


No solo el dolor.No solo la culpa.También el éxito.También la alegría.

Porque la conexión con lo divino no ocurre cuando niegas tus emociones, sino cuando las ofreces. Es solo cuando no te quedas con nada. Cuando dejas que todo lo que eres suba como humo al cielo.

El Mizbeaj Hazahav (el altar de oro donde se quemaba el Ketoret) representa la nariz.Porque la transmutación ocurre a través de la respiración.

David Hamelej dice en Salmos:

"השלך על ה' יהבך והוא יכלכלך"
"Hecha a Hashem tus cargas, y Él te sustentará."

¿Cómo se hace eso?

Respirando.Tomando lo que cargas, lo que sientes, lo que experimentaste en el día…Y entregándolo en cada exhalación.

Porque el aliento es fuego. El aliento es transformación.El aliento es lo que conecta lo físico con lo espiritual.

Por eso el Rey David dijo:

"Kol Hanesh(i)ama tehalel Yah. Halleluya.""Toda alma (todo respiro) alabará a Dios."

Cada respiración es un Ketoret personal. Cada inhalación recibe la vida.Cada exhalación ofrenda lo que ya no necesitas.

Y por eso el Ketoret se ofrecía dos veces al día.Porque lo que no se siente, se pudre.Lo que no se expresa, se somatiza. Lo que no se transfigura en luz, se traduce en enfermedad.

Por eso se decía que el Ketoret evitaba plagas .Porque las emociones estancadas no solo destruyen el alma.También destruyen el cuerpo. También enferman a la sociedad.


Así que dime…

Si cada respiración es una ofrenda,¿qué estás entregando hoy?


Si cada exhalación es un sacrificio,¿qué estás quemando en tu altar?


Si la clave está en la respiración,¿estás respirando la vida o solo sobreviviendo?


El Kohen Gadol hacía esto por el pueblo.

Pero hoy no hay templo.No hay altar físico.No hay sacerdote que lo haga por ti.

Solo queda tu fuego, tu aire, tu decisión.

O sigues acumulando hasta que la toxicidad te consuma…O aprendes a transmutar,A sentir,A ofrendar,A elevar.

Porque el fuego del Ketoret no era para Dios.Era para nosotros.

Y si no prendes tu fuego,Si no limpias tu aire,Si no honras lo que llevas dentro…

Te vas a ahogar.

"Kol Hanesh(i)ama Tehalel Yah Halleluya."

Respira. Entrega.Transmuta. Vuelve a vivir.


El Ketoret y los Sabios Que Revivían a los Muertos


El Kohen Gadol encendía el Ketoret dos veces al día. No fallaba.


Porque si el aire se contaminaba, la muerte entraba en el espacio sagrado.

Pero no era solo la muerte del cuerpo.Era la peor de todas: la muerte del alma.

La Torah no esconde este concepto.El Talmud dice que hay muertos que caminan y vivos que traen a los muertos de vuelta.

Los sabios sabían cómo hacerlo.No resucitaban cadáveres.Resucitaban a los que ya habían dejado de ser ellos mismos.

Gente que respiraba pero no vivía.Gente atrapada en la rutina, en la apatía, en el letargo de la costumbre.Gente que se movía como sombras de lo que un día fueron.

Los sabios no les hablaban de motivación barata.No les daban discursos dulces sobre "ser feliz" o "pensar positivo."

Los sacudían.Los confrontaban.Los miraban a los ojos y les hacían preguntas que dolían.Los obligaban a ver lo que habían enterrado.

Porque sabían que la muerte más peligrosa no es la que te lleva.Es la que te deja funcionando en automático.

Y dime…

¿Cuántos años llevas en modo zombie sin darte cuenta?¿Cuándo fue la última vez que alguien te miró y te preguntó si realmente estás vivo?¿Cuántas cosas en tu vida has dejado morir porque es más fácil así?

Porque aquí está la verdad que nadie te dice: Los zombies existen. No en películas. No en apocalipsis ficticios.


Están en las bodas a las que no quieres ir. En las oficinas sin alma. En las conversaciones donde nadie dice nada real. En los días que pasan y pasan y no dejan huella.

Y el problema no es que ellos existan.El problema es que están hambrientos.

Cuando un muerto en vida ve a alguien con fuego en los ojos, se lanza sobre él.No con garras. No con dientes.

Con palabras.

  • "Bájale."

  • "No te creas tan especial."

  • "No seas tan intenso."

No porque les molestes.Sino porque les recuerdas lo que un día fueron.

Pero los sabios sabían cómo resistir.Ellos no se dejaban apagar.Ellos revivían a los muertos.

No con milagros.Sino con la única arma real que existe:

El fuego que aún está encendido.

Porque donde hay fuego, lo seco se enciende. Donde hay luz, lo muerto deja de esconderse.



Donde hay alguien que todavía está vivo, el resto empieza a recordar.

Pero solo si hay alguien dispuesto a sostener la llama.

Así que dime…

¿Qué se está muriendo a tu alrededor porque no tienes el coraje de encender tu fuego?¿A quién podrías revivir, si tuvieras el valor de vivir primero?Y sobre todo… ¿quién está intentando apagar tu fuego porque no soporta verte encendido?

Porque si no entiendes esto,si no cuidas tu fuego,si no prendes tu Ketoret cada mañana y cada tarde…

Un día, sin darte cuenta, vas a ser uno de ellos.

Y para cuando eso pase…¿Quién te va a revivir?


O Resucitas, o Te Consumen

Ya lo sabes. No hay intermedios.O te consumes, o te elevas.O enciendes tu fuego, o te asfixias con lo que nunca dijiste, lo que nunca enfrentaste, lo que nunca tuviste el valor de quemar.

La vida no se va de golpe.Se va en pequeñas dosis de conformismo.En rutinas que ya no cuestionas.En silencios incómodos que se vuelven normales.En la aceptación de que esto es todo lo que hay.


No hay Kohen Gadol que lo haga por ti.No hay templo donde otros quemen lo que tú cargas.No hay sabios para sacudirte.

Solo estás tú.Tú y tu fuego.Tú y lo que decides quemar.Tú y la resurrección que decides aceptar o rechazar.

Si no prendes tu Ketoret, te vas a asfixiar. Si no depuras lo que cargas, vas a terminar muerto sin darte cuenta. Si no tomas el control de tu fuego, el mundo lo usará para reducirte a cenizas.

Así que dime, y dime de verdad…

¿Vas a esperar a que alguien más te reviva?¿O vas a encender tu fuego de una vez por todas?

Porque esto ya no es una metáfora.O despiertas… o te consumen.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

About...

Color logo - no background.png

 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

Posts Archive

¡Mantente conectado!

Thanks for submitting!

​Suscríbete 

Unete a la comunidad de Whatsapp

Gracias por suscribirte!

© 2024 by J. Levy. Powered and secured by ELYAH

  • Apple Music
  • Spotify
  • Instagram
  • Facebook
  • Youtube
  • TikTok
bottom of page