top of page
White Structure

Terumá – Mr. Entrepreneur

Por Jack Levy

 

Mr. Entrepreneur estaba convencido de que la iba a romper. Este era su momento. Había leído todos los libros de negocios, tomado los cursos de "Mentalidad de Tiburón" y hasta comprado una agenda de productividad con frases motivacionales. Se despertaba a las 5 AM, hacía journaling, tomaba su café con mantequilla y meditaba en posición de loto. Porque claro, así lo hacen los millonarios.


Lanzó su negocio con todo. Diseño brutal, marketing impecable, anuncios dirigidos con precisión quirúrgica.  El éxito era solo cuestión de tiempo. Hasta que... el tiempo pasó. Y nada pasó. Y lo peor, la emoción inicial se esfumó y solo quedaba ansiedad.


Quizá falta invertir más en publicidad.Quizá la competencia está muy fuerte.Quizá Mercurio está retrógrado.

Hasta que un día, un amigo—de esos que no te endulzan la vida—le preguntó:—Hermano, ¿tú realmente querías este negocio o solo te gustaba la idea de ser exitoso?

Hubo un silencio. Largo. Insoportable. Como cuando escuchas la pregunta que no querías escuchar porque ya sabes la respuesta. Pero intentas negarlo. Buscas una excusa, una justificación, cualquier cosa que te haga sentir que lo que hiciste tenía sentido. Pero no la encuentras.Silencio incómodo. Microinfarto existencial. No supo qué responder. O peor aún, dio una respuesta que ni él mismo creyó.


Y ahí se dio cuenta: había construido algo enorme, pero sin alma. Como un castillo de arena con luces LED: bonito por fuera, hueco por dentro.

Y aquí es donde entramos nosotros. Nos pasamos la vida construyendo cosas: negocios, relaciones, proyectos, sueños. Pero, ¿qué estamos construyendo realmente? ¿Nuestro esfuerzo está edificando algo con significado o solo estamos acumulando cosas porque nos enseñaron que así se ve el éxito? ¿Lo que damos nos transforma o solo nos distrae?

No todo lo que levantas te eleva. No todo lo que brilla es oro.


Resumen Perasha


Dios le dice a Moshé:
"דַּבֵּר אֶל-בְּנֵי יִשְׂרָאֵל, וְיִקְחוּ-לִי תְּרוּמָה" (Shemot 25:2).
“Diles a los hijos de Israel que tomen para Mí una terumá.”

El pueblo debía reunir oro, plata, cobre, telas preciosas, maderas y piedras para construir un santuario portátil: el Mishkán (משכן), un espacio donde la Shejiná pudiera habitar en medio de ellos. No era solo una estructura física, sino un punto de conexión, un lugar donde lo humano y lo divino se encontrarían en el corazón del campamento.

La construcción no fue opcional. Cada persona ofrecía lo que quería dar, no lo que le sobraba.  El Mishkán no se levantaría con materiales fríos y anónimos, sino con la entrega voluntaria de cada individuo. Cada pieza, cada objeto, cada elemento tendría un propósito exacto.

Pero esta no fue la primera vez que el pueblo reunió oro para algo “sagrado”. Poco antes, en un momento de desesperación y caos, habían tomado sus joyas y levantado otra estructura: el Becerro de Oro.


Dos proyectos monumentales.Mismo pueblo.Mismos materiales.Resultados completamente opuestos.

Entonces, ¿qué hacía del Mishkán un espacio sagrado y del Becerro de Oro un desastre? ¿Por qué uno atrajo la presencia divina y el otro la ira de Dios? ¿Qué diferencia una construcción que eleva de una que destruye?


El oro ardía en el fuego. Se derretía, cambiaba de forma, se volvía otra cosa. Pero el fuego no era el mismo. Uno era fuego de desesperación; el otro, de propósito.

En el primero, el pueblo lanzó sus joyas sin pensar. El oro cayó en el fuego como una súplica muda, un grito disfrazado de metal fundido. Lo moldearon con prisas, lo adoraron con ansiedad. Bailaron alrededor de su propia incertidumbre, convencidos de que el brillo del becerro taparía la oscuridad que sentían por dentro.

En el segundo, cada pieza fue medida, cada material tenía un destino exacto. No hubo prisa. No hubo caos. Solo intención. En lugar de huir de su vacío, aprendieron a llenarlo con significado.


Mismo oro. Misma gente. Dos fuegos completamente distintos. Uno consumió. El otro iluminó.

Si el problema hubiera sido el oro, la solución sería fácil: destruyámoslo todo, volvamos a la simpleza absoluta, rechacemos lo material. Pero no. El oro nunca fue el problema. El problema fue lo que hicieron con él.

Y ahí es donde esto te toca a ti.


Mira tu vida. ¿Cuánto tiempo llevas construyendo algo? Puede ser tu negocio, tu relación, tu cuerpo, tu idea de éxito. ¿Sabes por qué lo estás haciendo o simplemente lo haces porque se supone que así es la vida? Porque no todo lo que construyes te eleva. Algunos están levantando templos, otros están levantando prisiones y ni siquiera lo saben.


El Becerro de Oro nació del miedo. Moisés desapareció, el pueblo entró en pánico. Necesitaban algo a lo que aferrarse, cualquier cosa que les hiciera sentir que tenían el control. No pensaron. No midieron. Solo reaccionaron. Y antes de que se dieran cuenta, estaban adorando su propia desesperación disfrazada de fe.

El Mishkán, en cambio, nació del proceso. No fue una reacción, fue una construcción. Cada pieza tenía un propósito, cada medida era exacta. No estaban llenando un vacío emocional, estaban creando un espacio donde lo divino pudiera manifestarse.


¿Notas la diferencia?


No es lo que construyes, es desde dónde lo construyes.

Si edificas desde el miedo, solo estás levantando un Becerro de Oro. Si edificas desde la intención, entonces sí, estás construyendo un Mishkán.

Nos han vendido la idea de que dar es bueno. Que si entregas algo, te conviertes en mejor persona. Pero si eso fuera cierto, entonces el oro del Becerro de Oro también habría elevado al pueblo. Y no lo hizo. Porque dar sin conciencia no transforma.

Piénsalo:

  • ¿Cuántas veces has invertido tiempo y esfuerzo en algo que terminó siendo una pérdida total?

  • ¿Cuántas veces te aferraste a una relación, a un negocio, a un sueño, solo porque ya habías puesto tanto en ello que soltarlo te hacía sentir como un fracaso?

  • ¿Cuántas veces has confundido actividad con progreso?


El oro era el mismo. Las manos que lo entregaron, también. Pero un mismo material puede crear algo sagrado o algo vacío, dependiendo de la intención con la que se usa. El Becerro de Oro y el Mishkán nacieron de la misma fuente, pero el primero encadenó al pueblo, y el segundo lo liberó.

El Becerro se fundió con urgencia, con ruido, con caos. Fue un acto impulsivo, un reflejo del miedo. La gente no pensó, no midió, solo reaccionó. Lo necesitaban ya, porque el vacío es insoportable cuando no sabes qué hacer con él.


El Mishkán, en cambio, se construyó con paciencia. Sin gritos, sin histeria, sin prisa. Cada pieza tenía su lugar, cada medida su precisión. No era una respuesta al miedo, era un espacio para que lo divino pudiera manifestarse.

Y esto importa. Porque nos hemos vuelto adictos a la velocidad, a la validación inmediata, al ruido constante. Queremos respuestas ya. Queremos éxito sin proceso. Queremos sentirnos seguros, aunque sea con una mentira.

Por eso terminamos construyendo becerros en lugar de templos.

Si lo que edificas nace de la desesperación, tarde o temprano se te vendrá encima. Si lo que edificas nace de la intención, te sostendrá incluso cuando todo lo demás se caiga.

La vida no se trata solo de encontrar sentido, sino de construirlo. Pero si lo construyes con materiales baratos, con miedo, con ansiedad, con vacío, no va a durar. Puedes engañarte por un tiempo, pero eventualmente te toparás con la realidad.


Escúchame bien.

No se trata solo de qué estás construyendo.

Se trata de desde dónde lo estás construyendo.

Puedes seguir levantando becerros, corriendo detrás del brillo vacío, acumulando logros que pesan más de lo que valen… O puedes construir algo real. Algo que te sostenga, que te transforme, que te eleve.

Porque lo que edificas te edifica.

Si lo construyes desde el miedo, te vas a encadenar.

Si lo construyes desde la intención, te vas a liberar.

El pueblo de Israel entregó su oro dos veces. La primera vez, lo dieron forzados, desde la ansiedad, desde la desesperación. Y lo que nació de ahí, los esclavizó. La segunda vez, lo dieron con conciencia, con propósito. Y lo que nació de ahí, los hizo libres.

¿La diferencia? Conciencia. Propósito. Presencia.

Cuando creas desde la ansiedad, te consume.Cuando creas desde la intención, te expande.

Cuando construyes desde la necesidad de validación, te vacías.Cuando construyes desde una misión interna, te llenas.


Y ahí, justo ahí, cuando tu acción y tu intención se alinean, Dios te dice: "Asu li Mikdash, Veshajanti Betojam."

"Haz para mi un Santuario y habitare dentro de ti."

Porque el verdadero santuario no se construye afuera, se construye adentro.

No es un lugar. Es un estado. No es un proyecto. Es una forma de estar en el mundo. No se trata de cuánto das, sino de cómo entregas lo que das.


Así que dime:


¿Lo que estás construyendo te acerca a tu esencia o te aleja de ella?¿Es un refugio para tu alma o solo un ruido más en tu vida?


No vivas fundiendo oro para ídolos sin alma.


Construye con amor. Construye con conciencia. Construye con presencia.


Y ahí, en ese espacio sincero, cuando tu acción y tu corazón estén alineados…

Dios ya estará ahí. Porque el verdadero Mishkán no es un templo. Es tu vida misma.





 

Referencias y Bibliografía

Torá

  1. Éxodo 25:2 – "Diles a los hijos de Israel que tomen para Mí una terumá..."

  2. Éxodo 25:8 – "Y harán un santuario para Mí, y habitaré en ellos."

  3. Éxodo 32:1-4 – Relato del Becerro de Oro.

  4. Bereshit 7:17 – "Y se elevaron las aguas y levantaron el arca..." (וַתָּרׇם מֵעַ֥ל הָאָֽרֶץ), relacionado con la raíz de Terumá (T.R.M).

Talmud/Midrash/Zohar

  1. Talmud Bavli, Berajot 55a – La intención en la construcción del Mishkán.

  2. Midrash Shemot Rabbah 33:1 – Diferencia entre la construcción del Mishkán y el Becerro de Oro.

  3. Pirkei Avot 2:1 – "Considera la intención detrás de cada acción."

  4. Zohar, Terumá 151b – El Mishkán como reflejo del ser humano.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

About...

Color logo - no background.png

 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

Posts Archive

¡Mantente conectado!

Thanks for submitting!

​Suscríbete 

Unete a la comunidad de Whatsapp

Gracias por suscribirte!

© 2024 by J. Levy. Powered and secured by ELYAH

  • Apple Music
  • Spotify
  • Instagram
  • Facebook
  • Youtube
  • TikTok
bottom of page