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Re´eh -La Historia que Nos Contamos

Por Jack Levy

 

¿Por qué importan tanto las historias que nos contamos?


Imagina a una niña que creció rodeada de historias sobre honor, valentía y sacrificio. Su padre era un héroe, un hombre que luchaba por su patria, por un futuro mejor. Cada noche, ella escuchaba sus relatos sobre batallas ganadas y enemigos derrotados. Para ella, esas historias eran la verdad absoluta, llenas de orgullo y nobleza. En su mente, su padre era el modelo de lo que significaba ser justo y honorable.

Creció creyendo que su familia, su nación, estaban en el lado correcto de la historia. Esas historias la formaron, le dieron un propósito y una identidad. Vivió años convencida de que lo que hacía su padre era noble y justo. Para ella, cuestionar la patria era cuestionar a su propio padre, y su amor por él estaba profundamente atado a esa fidelidad. No se permitía dudar ni por un momento de la veracidad de los relatos que había escuchado toda su vida.

Pero un día, algo cambió. Nuevas historias comenzaron a emerger, relatos que mostraban una realidad muy diferente, llena de horror y sufrimiento. La verdad se reveló, y la figura de su padre, antes un héroe inquebrantable, se transformó en algo mucho más oscuro y vergonzoso. El hombre que ella admiraba no era un defensor del bien, sino un comandante del ejército nazi.


¿Qué sentirías tú al darte cuenta de que la historia que te has contado toda tu vida era una mentira?


Breve Resumen de Parashat Re'eh

Este concepto de las narrativas y sus consecuencias se refleja también en Parashat Re'eh. Moisés presenta al pueblo de Israel una elección fundamental: "Mira, pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición" (Deuteronomio 11:26). Esta elección no se trata solo de acciones concretas, sino de la narrativa que cada persona y comunidad elige seguir. La bendición está vinculada a una narrativa que lleva a la vida, la conexión con lo sagrado y la alineación con la voluntad divina. La maldición, por otro lado, se asocia con una narrativa que lleva al caos, la desconexión y la destrucción.

Moisés también les instruye sobre la importancia de establecer un lugar único para el culto a Dios, un lugar donde lo sagrado debe mantenerse puro, sin mezclarse con lo profano. Este principio de separar lo sagrado de lo profano es esencial no solo en la práctica religiosa, sino en cómo entendemos y aplicamos las narrativas que guían nuestras vidas.


Las Historias que nos contamos


Las historias que nos contamos no son solo relatos; son la base de nuestra identidad, nuestras decisiones y nuestra moralidad, es decir, lo que determinamos como bien y mal. Si una persona puede justificar lo injustificable debido a una narrativa errónea, ¿qué sucede cuando esas historias se replican a nivel social?

Y aunque pienses que tú te salvas de esto, pregúntate: ¿quién te dijo que una Coca-Cola es más rica fría? Esa es la fuerza de una narrativa poderosa. Ahora, imagina ese poder aplicado a la moralidad y al destino de una nación. Es un arma de doble filo.


Las mismas historias bíblicas que nos han guiado moralmente también han sido usadas para cometer las peores atrocidades contra civilizaciones enteras en nombre de la moralidad. No es la historia lo que define nuestra moralidad, sino cómo la interpretamos y aplicamos. Controlar la narrativa es controlar la moralidad. Lo hemos visto en figuras históricas y lo seguimos viendo hoy, en un mundo donde múltiples narrativas compiten por nuestra lealtad. Cada historia que adoptamos moldea quiénes somos y en qué creemos, para bien o para mal.


Narrativa y Moralidad: Quién Cuenta la Historia


Piensa en esto: las decisiones que tomas, lo que consideras justo o injusto, todo está moldeado por las historias que aceptas como verdad. Walter Fisher1 lo llama el "paradigma narrativo," la idea de que los seres humanos somos, antes que nada, narradores. Pero aquí está el peligro: quien cuenta la historia tiene el poder de definir lo que es bueno y lo que es malo, lo que es aceptable y lo que no.


Considera un ejemplo extremo, pero revelador: Adolf Hitler. A través de una narrativa distorsionada y llena de odio, convenció a millones de personas de que era moralmente correcto exterminar a los judíos. No solo contó una historia, sino que cambió la moralidad de una sociedad completa, haciendo que el mal pareciera bien.


Y aquí es donde entra en juego tu propia narrativa. ¿Qué historias te estás contando? ¿Estás seguro de que no están distorsionadas? Después del Holocausto, los judíos y otros grupos han trabajado incansablemente para cambiar esa narrativa, con movimientos como #NeverAgain. Esta nueva historia no solo busca recordar el pasado, sino imponer un nuevo estándar moral que condena la violencia y la intolerancia. Pero, ¿cuántas otras narrativas falsas siguen moldeando nuestras decisiones hoy en día?


Narrativa Judía y la Moralidad Global


A lo largo de la historia, el judaísmo ha sido la fuente de una narrativa moral que ha influido profundamente en el mundo. Sin embargo, esta narrativa no ha estado exenta de intentos de reformulación y reinterpretación por parte de otras religiones y movimientos. Karen Armstrong 2, por ejemplo, explica cómo el cristianismo y el islam surgieron como expansiones y reinterpretaciones del monoteísmo judío. Estos movimientos tomaron los valores fundamentales de la Torá y los adaptaron a sus propios contextos, creando nuevas narrativas que intentaron imponer su visión del mundo. Incluso dentro de nuestra propia tradición, hemos visto cómo diferentes corrientes, como los karaítas, reformistas, ortodoxos y conservadores, han tratado de presentar su propia versión de la narrativa judía. Estos esfuerzos, tanto externos como internos, han creado muchas narrativas que intentan imponerse.


Sin embargo, es importante darse cuenta de que si alguna de estas narrativas fuera realmente la correcta, ya viviríamos en un mundo de unidad moral y espiritual, y no en el estado de fragmentación en el que nos encontramos hoy. El hecho de que tantas narrativas compitan por nuestra lealtad y moralidad es una señal de que ninguna ha logrado alcanzar la verdad absoluta o la unificación que promete.


Charles Taylor 3, argumenta que la modernidad ha dividido las fuentes de moralidad, creando una desconexión entre la gente y las estructuras que alguna vez unificaban estos valores. Según la historia bíblica 4, solo en el reino de Salomón se ofrecía una moralidad compartida y unificada. Pero hasta ahora, con la fragmentación causada por diversas reinterpretaciones, esa unidad no existe.

Piénsalo: ¿quién decide realmente las noticias que ves cada día en tu pantalla? Las fuentes de información que consumimos están manipuladas por algoritmos diseñados por grandes corporaciones tecnológicas. Estos algoritmos no te muestran lo que es "verdad" o lo que es "justo", sino lo que es más probable que mantenga tu atención y lo que más les conviene a ellos. Este control distorsiona y fragmenta nuestra percepción de la moralidad y la verdad.

La existencia de estas múltiples narrativas en conflicto es una prueba clara de que ninguna ha alcanzado la unidad moral que promete. Si estas interpretaciones fueran verdaderamente correctas, ya viviríamos en un mundo de paz y unidad. Pero no lo estamos. En la narrativa del judaísmo, aún esperamos la llegada de los días del Mashíaj, lo que indica que la narrativa original de la Torá, la única que puede guiar a la humanidad hacia una moralidad universal, aún no ha sido plenamente comprendida o adoptada.


Narrativas Controladas y la Ilusión del Consenso


Recientemente, hablé con una persona que organiza eventos de conferencias con figuras influyentes como Jordan Peterson y Ben Shapiro, entre otros, para un público que paga por escucharlos. Me contó algo sorprendente: antes de cada entrevista, la mayoría de los conferencistas revisa las preguntas con antelación. ¿Por qué? Porque prefieren evitar el conflicto y decir lo que su audiencia espera escuchar. De este modo, refuerzan una imagen pública que les beneficia, sin desafiar la percepción que su público tiene de ellos.


Esto me hizo pensar sobre cómo, muchas veces, asistimos a estas conferencias no para aprender algo nuevo o ser desafiados, sino para reafirmar lo que ya creemos. Queremos escuchar ideas que encajen con nuestra visión del mundo, en lugar de cuestionar y reconsiderar nuestras creencias. Todos hemos caído en esto alguna vez, pero es tan absurdo como esperar que un ferviente seguidor de Trump asista a una manifestación de sus opositores con la intención de replantearse si ha estado equivocado todo este tiempo. Sabemos que eso no va a pasar. Sin embargo, el verdadero problema surge cuando dejamos de cuestionarnos; sin darnos cuenta, estamos entregando el control de nuestra narrativa a otros.

Este fenómeno no se limita a las conferencias. Diariamente, buscamos marcas, pensadores y figuras públicas que refuercen nuestras creencias. Pero al hacerlo, les damos un gran poder sobre cómo vemos la realidad. El control de la narrativa está muy ligado a lo que consideramos correcto o incorrecto, y cuando consumimos sin cuestionar, perdemos de vista quién realmente está influyendo en nuestras ideas y decisiones.

Esto no es solo un problema personal, sino que afecta a toda la sociedad. Cuando no desafiamos las ideas que se nos presentan, creamos una falsa sensación de unidad. Pero esa unidad es frágil, porque se basa en la comodidad y el conformismo, no en la verdad o en un debate real. Como resultado, nos volvemos más vulnerables a la manipulación y menos capaces de enfrentar situaciones difíciles que requieren un pensamiento crítico y una verdadera unión.


Las grandes empresas tecnológicas, como TikTok, Facebook y Google, han diseñado algoritmos que no nos muestran la verdad, sino lo que es más probable que mantenga nuestra atención. Esto distorsiona nuestra percepción de lo correcto y refuerza las divisiones, ya que cada persona ve una versión diferente de la realidad, ajustada a sus preferencias y prejuicios.

Este fenómeno no se limita solo a la política o a las marcas; afecta todos los aspectos de nuestra vida diaria. Desde nuestras interacciones en redes sociales hasta nuestro consumo de noticias y nuestras decisiones personales, estamos expuestos a narrativas que refuerzan lo que ya creemos. Las redes sociales, en particular, se han convertido en cámaras de eco donde solo escuchamos lo que nos resulta cómodo. Si alguna vez has bloqueado o silenciado a alguien por tener una opinión diferente, ya has sido parte de este ciclo.

En el pasado, instituciones como las inquisiciones y las religiones controlaban gran parte de las decisiones de las personas. Hoy en día, ese control lo ejercen los gobiernos, las grandes empresas y la tecnología, que han creado sistemas sutiles que influyen en nuestras elecciones. Marcas y plataformas como Zara, Nike, AliExpress o Shein, en su esfuerzo por reducir costos, a veces incurren en prácticas laborales cuestionables. Estos sistemas están diseñados para captar nuestra atención, mostrándonos lo que queremos ver y creer, fomentando una cultura de consumo centrada en la satisfacción inmediata y no en el bienestar a largo plazo.

El problema surge cuando cedemos el control de nuestras narrativas a estas fuerzas sin cuestionarlas, volviéndonos más vulnerables a la manipulación. Esto no solo afecta a nivel individual; debilita a la sociedad en su conjunto, dividiéndonos y debilitándonos en favor de intereses particulares. ¿Cuántos de nosotros, al comprar ropa, pensamos en las condiciones de quienes la fabricaron? Al no cuestionar estas narrativas, creamos una falsa sensación de seguridad y unidad, basada en la comodidad y el conformismo, no en la verdad ni en un debate real. Si seguimos consumiendo pasivamente, corremos el riesgo de perder nuestra capacidad de pensar críticamente y de unirnos en torno a una moralidad común que trascienda nuestras diferencias.

El Efecto de la Fragmentación en la Sociedad

La fragmentación que observamos hoy en nuestras narrativas no es nueva; tiene raíces profundas en la historia. El Talmud enseña que el Primer Templo de Jerusalén se destruyó por tres pecados graves: idolatría, relaciones sexuales prohibidas y el derramamiento de sangre entre los Cohanim. El Segundo Templo se destruyó por el odio gratuito entre las personas. En ambos casos, la fragmentación interna fue la causa que llevó a la destrucción.

El Beit Hamikdash, que debía ser el centro de moralidad y unidad para el pueblo judío, dejó de cumplir su función cuando la sociedad se fragmentó y siguió diferentes narrativas. Esto resultó en luchas internas y, finalmente, en la destrucción de los templos, dejando una lección clara: cuando permitimos que nuestras comunidades se dividan, ponemos en riesgo nuestra propia existencia.

Hoy, enfrentamos un desafío similar, aunque en una forma diferente. Vivimos en un mundo donde las narrativas que consumimos a diario, ya sea a través de la tecnología, el arte, la moda o el entretenimiento, a menudo nos conducen a una percepción distorsionada de la realidad. Estas narrativas, que pueden parecer inofensivas, están construyendo un panorama social donde las divisiones se profundizan y la moralidad se diluye. 5.


La Entropía y la Respuesta de Rabbi Sacks


Ray Dalio 6, en su análisis sobre los ciclos económicos y sociales, habla de la entropía, la tendencia natural de los sistemas a descomponerse con el tiempo. Esta entropía afecta a todas las instituciones y sociedades, debilitándolas si no se toman medidas para contrarrestarla. Estamos viendo esto en nuestra era, donde la fragmentación y la falta de una narrativa moral compartida están llevando a la desintegración social.

Rabbi Jonathan Sacks 7 nos ofrece una respuesta a este desafío. Según Sacks, para superar la entropía que amenaza con fragmentarnos, debemos recordar tres principios clave:


  1. Primero, recordar quiénes somos y de dónde venimos, anclando nuestra identidad en nuestra historia y tradiciones.

  2. Segundo, establecer un sistema de justicia que proteja a todos, donde cada individuo se sienta responsable y valorado.

  3. Y tercero, reconocer un poder mayor que nosotros mismos, recordando que es Dios quien nos ha colocado en esta esfera de poder y que a Él debemos servir.


Otra solución podría basarse en tres pilares fundamentales:


  1. Educación Crítica: No basta con transmitir conocimientos; necesitamos formar ciudadanos capaces de pensar críticamente, cuestionar las narrativas dominantes y buscar la verdad más allá de lo que les presentan.

  2. Diálogo Auténtico: Crear espacios donde las personas puedan expresar sus ideas y dudas sin miedo al juicio. Estos espacios deben fomentar un diálogo auténtico, en el que el objetivo sea entender diferentes perspectivas y buscar puntos en común.

  3. Fortalecimiento de las Comunidades Locales: Reconocer y revitalizar las comunidades locales como centros de apoyo y unión social. Comunidades fuertes y conectadas son más resistentes a la manipulación y a las divisiones.


El Talmud: Un Modelo de Unidad y Pensamiento Crítico


Este enfoque refleja el espíritu del Talmud, donde el Sanedrín, como un sistema legislativo unificado, discutía temas morales "en aras del cielo" —es decir, no por intereses personales, sino con el objetivo de buscar la verdad. Estas discusiones se basaban en el estudio profundo de las historias bíblicas, utilizadas como espejos de la realidad para guiar la toma de decisiones. Este proceso unificaba el sistema moral y establecía un marco donde diferentes prácticas y costumbres podían coexistir de manera armoniosa, creando una sociedad moral basada en los principios de la Torá.

Hoy en día, aunque el Talmud sigue siendo estudiado como un texto sagrado y es una herramienta poderosa para desarrollar el pensamiento crítico, ya no cumple con su función original de actualizar y unificar los códigos morales. Sin el Sanedrín, no existe un sistema legal central que pueda adaptar y aplicar la narrativa de la Torá como base para una moralidad unificada en la sociedad. Como resultado, múltiples autoridades halájicas intentan imponer sus visiones de la moralidad, lo que fragmenta aún más a la sociedad.

Es crucial recordar que la narrativa de la Torá, aunque poderosa, también puede ser mal utilizada para justificar atrocidades si se sigue de manera literal. Como dice el Talmud, "Lo Bashamayim Hi" (no está en los cielos) 8, lo que significa que la Torá no debe ser vista como una ley inamovible dictada desde lo alto, sino que fue entregada a la humanidad para que la utilicemos como un espejo para reflexionar y establecer un orden moral, para distinguir, como dice la perashá, entre la bendición y la maldición. Nuestro desafío es utilizar la Torá no para imponer un sistema rígido, sino para crear un marco dinámico que nos guíe hacia una moralidad basada en la justicia, la humanidad y la comprensión de nuestra unidad compartida. Pero claramente, aún no hemos alcanzado ese ideal.


Los cuentos que nos contamos


Vivimos en un mundo saturado de narrativas, desde las que nos venden un producto hasta las que inspiran nuestras creencias. Incluso la Biblia, interpretada a lo largo de la historia, nos ofrece diferentes versiones de una misma historia, cada una buscando dar sentido a nuestra vida moral y espiritual. Pero al final del día, debemos preguntarnos:

¿Qué Historia Me Estoy Contando a Mí Mismo?

El pueblo judío sigue en galut, en un estado de exilio físico y espiritual, porque nuestras narrativas aún están fragmentadas. No hemos logrado una moralidad unificada que sirva como base para un mundo redimido. Esto nos lleva a otra pregunta crucial: Como pueblo...

¿Qué Historia Nos Estamos Contando?

Además, cada uno de nosotros es parte de una narrativa mayor que abarca miles de años de historia, tradición y valores. La historia que decidamos contar hoy tendrá un impacto profundo en nuestros hijos y en la siguiente generación. ¿Qué historia queremos dejarles? La narrativa que elijamos determinará si podrán vivir en un mundo de cohesión, justicia y paz, acercándonos a los días del Mashíaj.


Y Tú...¿Qué Historia Quieres Contar?



 

Bibliografía y Referencias


  1. Fisher, W. R. (1984). Narration as a Human Communication Paradigm: The Case of Public Moral Argument. Communication Monographs, 51(1), 1-22.

  2. Armstrong, K. (1993). A History of God: The 4,000-Year Quest of Judaism, Christianity, and Islam. Knopf.

  3. Taylor, C. (1989). Sources of the Self: The Making of the Modern Identity. Harvard University Press.

  4. 1 Reyes 3-11 y 2 Crónicas 1-9. Estas secciones describen el reinado de Salomón, su construcción del Templo de Jerusalén, y su papel en la unificación del pueblo de Israel bajo una moralidad común.

  5. Khaldun, I. (1967). The Muqaddimah: An Introduction to History (F. Rosenthal, Trans.). Princeton University Press. (Original work published ca. 1377). Esta cuestión está intrínsecamente ligada al concepto de cohesión social, que el historiador Ibn Khaldun identificó como fundamental para la sostenibilidad de las civilizaciones

  6. Dalio, R. (2017). Principles: Life and Work. Simon & Schuster.

  7. Sacks, J. (2017, August 9). Why Civilisations Fail. Covenant & Conversation: Eikev. Retrieved from https://rabbisacks.org/covenant-conversation/eikev/why-civilisations-fail/

  8. Talmud - Baba Metzia 59b.

    • En esta sección del Talmud, se encuentra la famosa historia de la disputa entre Rabí Eliezer y los otros rabinos, que culmina en la declaración de "Lo Bashamayim Hi" ("No está en los cielos"), subrayando que la ley debe ser interpretada y aplicada por los seres humanos.


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