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Pesaj: Una Noche para Grabar Espacios de Luz

Por Jack Levy

 

Cuando las estrellas se alzan sobre la noche de Pesaj, no solo marcamos el recuerdo de una antigua liberación, sino que participamos en un ritual sagrado que recrea el universo mismo. "Veigadeta lebinja" — contarás a tus hijos. Con estas palabras, cada familia se convierte en un eco del divino "tzimtzum", el acto místico de contracción que preparó el vacío para la creación del mundo.


La Danza del Tzimtzum


Según el "Sefer Yetzirah", antes de la formación de nuestro universo, el Infinito (Ein-Sof) realizó un acto fundamental: la contracción, conocida como "tzimtzum". En este proceso divino, se grabaron las letras sagradas YOD y HEI, creando así un espacio definido entre la infinitud de Dios y nuestra realidad tangible. Este espacio vacío permitió que existiera un mundo finito, un puente entre la eternidad divina y la temporalidad humana. Esta no fue una simple retracción, sino una declaración de amor: en el vacío se esconde la invitación para que cada alma ilumine su propia existencia.

En la mesa del Seder, este misterio aparece de nuevo. Cada palabra de la Hagadá, cada pregunta que brota de labios inocentes, cada respuesta que damos, es un acto de grabar espacio en el corazón de la tradición. No es solo una narración de esclavos y milagros, sino una oportunidad para que cada joven judío descubra su voz única dentro del coro de nuestra fe.


El Canto de Hallelu-Yah


Con este entendimiento, la expresión "Hallelu-Yah" se transforma profundamente; cantamos "Alabemos a Yah" no solo como un canto de alabanza, sino como un reconocimiento profundo del espacio que Yah — ese vacío sagrado entre la infinitud de Dios y nuestra existencia finita — generosamente nos brinda. Este espacio es una invitación a respirar, a cuestionar y, finalmente, a comprender y conectarnos más profundamente tanto con lo divino como con nuestra esencia humana. En Pesaj, al bendecir este espacio que compartimos con Dios y con nuestros hijos, damos espacio para que ellos no solo escuchen sobre la libertad, sino que también la experimenten, la sientan en sus almas y la redefinan con su propia vida.


Cada elemento de nuestro Seder —desde los platos que compartimos hasta las copas que levantamos, rodeados por los aromas y la nostalgia de las generaciones que ya no están— espeja el acto fundamental de "tzimtzum". Nos retraemos para hacer lugar, para que las nuevas generaciones puedan impregnar con su propia luz y sus sueños el espacio vital que nosotros ayudamos a moldear. Este retiro consciente permite que nuestros hijos y nuestras hijas emergan no solo como judíos que heredan una tradición, sino como individuos completos, pensantes y creadores, equipados para crear su propio camino y definir su propia libertad.

Este acto de crear y bendecir el espacio entre nosotros, es una parte fundamental de lo que significa vivir y transmitir nuestra fe, asegurando que cada generación no solo sea portadora de nuestras historias, sino también co-creadora de su propio destino.


La Noche de Creación Continua


Pesaj es nuestra invitación a ser parte de una creación continua, una noche en la que las barreras del tiempo se desvanecen y cada familia judía se convierte en creadora de mundos. En el relato del éxodo, con cada pregunta y cada sonrisa curiosa de un niño, estamos no solo recordando un pasado, sino también creando un espacio para el futuro.

Este Pesaj, mientras contamos la historia de la libertad, hagámoslo con la plena conciencia de que estamos grabando un espacio sagrado para nuestros hijos. Que cada palabra y cada gesto sean un acto de amor y esperanza, reflejando la luz divina en nuestras vidas. Invitemos a nuestros hijos a llenar este espacio con su propia visión, y a caminar hacia la luz de su propia Tierra Prometida, armados con la sabiduría de la tradición y la audacia para imaginar un mundo mejor.


La mesa del Seder, un espacio para todos


Así, en la noche de Pesaj, cada familia judía no solo revive una antigua liberación, sino que también celebra la diversidad y la inclusión. Este acto de crear espacio y acoger a todos es lo que verdaderamente nos permite florecer como comunidad, asegurando que cada generación futura pueda aportar su propia luz al eterno relato de nuestro pueblo.

En nuestra mesa del Seder, representada por los cuatro hijos de la Hagadá —el sabio, el simple, el que no sabe preguntar y, sí, incluso el malvado—, encontramos un microcosmos de la comunidad más amplia. Cada uno, con sus preguntas y perspectivas, contribuye a la riqueza de nuestro encuentro. El hijo malvado, con sus desafíos y su escepticismo, no es un paria, sino una voz esencial que nos impulsa a reflexionar más profundamente sobre nuestras creencias y a reafirmar nuestro compromiso con ellas. Incluso él debe estar presente, aportando su luz propia, porque en la diversidad de voces se encuentra la verdadera fuerza de nuestra tradición.

Esta espacio que permitimos y creamos da inclusión y reconocimiento de todas las voces, incluso las que cuestionan o desafían, es lo que enriquece nuestra celebración y nos mantiene vibrantes y relevantes como cultura. En el diálogo, en el desafío, y en el amor, plantamos las semillas que florecerán en nuestro camino hacia la Tierra Prometida.


 



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 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

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