Pesaj: Rompe el Programa
Pesaj: Rompe el Programa
Por Jack Levy

Ooootro año...
Ooootra vez ese olor penetrante a huevo duro y vino dulce barato.
El primo ultra religioso atragantándose de matzá en tiempo récord, cronometrando mitzvot como si fuera atleta olímpico de halajá.
El tío que ya empezó a servirse el pollo antes de que empiece la Hagadá, porque “ya es muy tarde”.
Las tías debatiendo si este año la caja de matzá está más cara en Costco o en Superama.
El personaje de siempre que interrumpe cada línea de la Hagadá para explicar su explicación como si estuviéramos en un curso intensivo de historia.
Y el pobre de al lado, con cara de hambre que ni él ni la tía pueden ocultar… pensando:
“Dios… que alguien le ponga ‘4X’ a esto y que ya empiece la cena.”
Pesaj: la noche más santa… y a veces la más insoportable.
Un ritual ancestral que a muchos les suena a “copy-paste” anual, y a otros, una oportunidad profunda que nunca terminan de entender.
¿Pero qué pasaría si te dijera que todo esto no es una cena?
No es una historia antigua. No es un mandamiento.
Es un diagnóstico familiar y espiritual.
Es un espejo donde cada gesto y cada palabra están revelando las ideas que te programaron el alma.
CONTAR LO QUE NADIE TE ENSEÑÓ A DECIR
La mitzvá principal de Pesaj no es comer matzá.
No es beber vino.
No es limpiar tu casa hasta que brille.
Es contar.
Veigadeta lebinja – “Y le contarás a tu hijo.”
Contar la historia. Narrar el proceso. Nombrar la oscuridad. Transmitir libertad con palabras que abran, no que encierren.
Pero para contar bien, primero tienes que entender lo que viviste. Y eso no siempre es tan fácil.
Dice:“Bejol dor va’dor jaiav adam lirot et atzmo keilu hu yatzá miMitzraim”— “En cada generación, cada persona debe verse a sí misma como si ella misma estuviera saliendo de Egipto.”
No se trata de memoria histórica. Se trata de vivencia actual.
Porque si no lo sientes, no lo entiendes. Y si no lo entiendes, no lo puedes transmitir.
Por eso decimos también que quien no menciona Pesaj, matzá y maror no cumple con la obligación de la noche del seder de Pesaj.
Porque no basta con contar. Hay que señalar. Tocar. Oler. Degustar. Cantar. Embarrarte de la historia con el cuerpo.
Por eso Pesaj no es solo un texto. Es una mesa. Es un olor. Es una canción que no entiendes pero te conecta con tu abuela. Es ese vinito dulce que te sabías tomar aunque eras niño. Es la carcajada de tu tío cuando alguien se atoró con la matzá. Es una marca en el alma. Una memoria que no se transmite con ideas, sino con presencia, cuerpo, emoción y símbolos.
Y esa es la verdadera reprogramación: no repetir la historia, sino vivirla hasta que te duela, te despierte y te atraviese. Hasta que no solo la digas, la encarnes.
EL LENGUAJE COMO PROGRAMA: ENTRE PE-RA Y PE-SAJ
Mira, si hay algo que no nos enseñaron a ver con claridad… es que el lenguaje no describe la realidad. El lenguaje crea la realidad. Las palabras que escuchaste de niño se convirtieron en tu código de vida. Tus frases internas. Tus límites. Tus permisos. Tus miedos.
¿Te acuerdas de cuando eras niño y alguien te dijo, sin mala intención: “Eso no es para ti”…? No lo cuestionaste. Lo grabaste. Como un hechizo. Como una programación.
Eso es lo que hoy llamamos PNL (Programación Neurolingüística). Pero la Torah lo entendió hace milenios: “Y le contarás a tu hijo.” No dice que lo eduques. No dice que le grites. Dice que le cuentes.
Porque cada historia que cuentas es un código que se instala. Cada palabra que repites es un botón que activa una emoción. Y si tú creciste repitiendo frases como:
“Así son las cosas.”
“Calladito te ves más bonito.”
“Dios castiga.”
“No hagas olas.”
Entonces no necesitas un Faraón. Ya lo traes en la garganta.
Por eso la Hagadá de Pesaj no se estudia. Se vive. No es un libro de historia. Es un software espiritual. Cada vez que repites: “Éramos esclavos… y ahora somos libres” no estás describiendo lo que pasó. Estás reprogramando lo que crees que es posible.
Y aquí viene lo más fuerte: el lenguaje no se transforma en soledad. Se transforma en comunidad. En voz. En cuerpo. En símbolos.
Y por eso esta noche tiene tanto poder. Porque cada palabra que digas, cada silencio que rompas, puede liberar a alguien —incluyéndote— de una cadena que lleva años instalada.
Si cambias el lenguaje, cambias el alma. Si cambias el alma, cambias la historia. Esa es la PNL espiritual de Pesaj. Y empieza en tu boca.
MOSHE Y AARÓN: LOS DOS LENGUAJES QUE TE HABITAN
Mira qué perfecto está diseñado esto: los líderes del Éxodo no fueron guerreros. No fueron estrategas. No fueron políticos.
Fueron dos hombres que hablaban.
Uno —Moshe— tartamudeaba. El otro —Aarón— sabía hablar bien. Uno se trababa cuando tocaba expresarse. El otro sabía traducirlo para el pueblo. ¿Por qué estos dos? Porque la esclavitud más difícil de romper… es la que no puedes explicar. Y la libertad empieza cuando alguien —aunque sea tartamudeando— se atreve a nombrarla.
En la Cábala, Moshe y Aarón representan dos formas del lenguaje dentro de ti:
Moshe es Netzaj: el fuego interno, la visión, la emoción que quiere salir, pero no sabe cómo. La verdad que arde, aunque no encuentra palabras.
Aarón es Hod: la estructura, la forma, el puente entre emoción y expresión. El que ordena el caos interno para hacerlo entendible.
Ambos te habitan. Ambos luchan en tu garganta cada vez que quieres decir algo profundo y no sabes cómo. Moshe grita desde adentro. Aarón lo convierte en lenguaje.
Y aquí está el punto: cuando Moshe y Aarón se alinean, la boca se libera. Lo que era tartamudeo se vuelve verdad. Lo que era miedo se vuelve liderazgo. Lo que era silencio se vuelve redención.
Eso es Pe-Saj. No solo la boca que habla. La boca que se reconcilia con su voz interna.
Y si tú también te sentiste alguna vez como Moshe: que no sabes cómo decir lo que te arde, que dudas de tu valor, que tu lenguaje está herido… entonces entiéndelo: tú también estás en el proceso del Éxodo. Y no necesitas ser perfecto para empezar a hablar. Solo necesitas ser honesto.
SHULJÁN ARUJ: LA MESA ESTÁ SERVIDA, PERO ¿TÚ ESTÁS PRESENTE?
Shulján Aruj —así se llama el compendio de leyes que regula la vida judía— significa literalmente: “la mesa está servida.” ¿Y qué quiere decir eso? Que ya está todo ahí: las reglas, los tiempos, las cantidades, los pasos. Tú solo tienes que seguirlas.
Pero aquí va una pregunta incómoda: ¿qué pasa cuando sigues todo… pero no sientes nada? ¿Qué pasa cuando cumples, pero no conectas? Cuando todo está servido… pero tú no estás presente.
No es lo mismo comerte un pan de caja, que comerte un pan que sembraste, cosechaste, moliste, amasaste y horneaste.
El primero te llena. El segundo te cambia.
Lo mismo pasa con la ley. Lo mismo pasa con Pesaj. Lo mismo pasa con Dios.
Por eso hay quienes en el Seder de Pesaj cumplen con todo… y aun así sienten que están actuando. Porque no saborean. Solo ejecutan.
Y no porque sean hipócritas. Sino porque nadie les enseñó a conectar. Les enseñaron a obedecer. Pero no a entender. Les sirvieron la mesa… pero no les explicaron cómo saborear.
El Shulján Aruj te da el protocolo. Pero solo tú puedes ponerle conciencia. Solo tú puedes hacer que esa matzá no sea cartón… sino el símbolo vivo de un alma que eligió no inflarse de ego.
ESTA NOCHE NO REPITAS LA HISTORIA. REESCRÍBELA.
Esta noche no es una costumbre. No es un evento familiar con olor a huevo y vino barato. No es una tradición bonita con canciones desafinadas.
Esta noche es un umbral. Una puerta que solo se abre si tienes el valor de mirar hacia adentro y decir: “¿Qué frases me tienen atado? ¿Qué ideas heredadas no cuestioné? ¿A qué parte de mí le tengo tanto miedo… que prefiero seguir repitiendo lo que me dijeron?”
Porque Pesaj no es recordar. Es reprogramar.
Es agarrar esa narrativa que te contaste —esa de “yo no sirvo”, “no puedo”, “no soy suficiente”— y romperla como se rompe el Afikoman. En pedazos. Para reconstruirla, pero con tus propias palabras.
Porque este no es un ritual para repetir. Es un ritual para transformar. Para ver en los ojos de tus hijos, o en los tuyos frente al espejo, que ya no estás dispuesto a callar, ni a tragar, ni a fingir.
Que tu Pe-Saj, tu boca, por fin habla. No para quedar bien. No para cumplir. Sino para vivir con verdad.
Porque no hay libertad sin lenguaje. No hay redención sin voz. Y no hay salida de Egipto… si sigues creyendo que tú no tienes nada valioso que decir.
🕯️ CIERRE
¿Qué historia vas a contar? ¿Qué programación vas a romper? ¿Qué libertad estás dispuesto a vivir?
Porque esta noche no es sobre Egipto. Es sobre ti.
Esta noche, mientras huelas el huevo, comas la matzá, cantes entre risas y bostezos, recuerda esto:
No estás conmemorando una salida. Estás eligiendo una.
¿De qué Egipto vas a salir? ¿Y qué estás esperando para hacerlo?