Pekudei -No Todo lo que Arde es Luz
Pekudei -No Todo lo que Arde es Luz
Por Jack Levy
¿Qué estás construyendo realmente?

¿Y si estás haciendo todo “bien”… y aún así estás perdido?
Cumples con los rituales judíos. Dices lo que se espera. Sigues las instrucciones de la Halajá. Marcas casillas. Comes kasher, rezas a tiempo, haces lo que hay que hacer. Pero por dentro… hay silencio. Pesadez. Ausencia.
O tal vez al revés: estás en llamas. Sientes algo fuerte, vibras, te emocionas, lloras incluso… pero no hay estructura que sostenga ese fuego espiritual, y se apaga igual de rápido que llegó.
Nos enseñaron a elegir: O eres de reglas, o eres de espíritu. O sigues la ley judía, o sigues tu corazón.
Pero la Torah no piensa así. La Torah incomoda.
Y Pekudei, la parashá final de Shemot, es prueba de ello.
Pekudei: La Obsesión por el Detalle
Pekudei es la última parashá del libro de Shemot y concluye la narrativa de la construcción del Mishkán, el Tabernáculo portátil donde habitaría la Presencia Divina.
Pero en lugar de un cierre emocional o místico, nos encontramos con algo más parecido a un informe de auditoría espiritual:
Cantidades exactas de oro, plata y bronce donadas.
Medidas específicas de cada cortina, viga y objeto ritual.
Repeticiones casi idénticas de las instrucciones ya dadas en capítulos anteriores.
Finalmente, Moshé revisa toda la obra, bendice a los constructores y, cuando todo está en su lugar… la Shejiná desciende.
La gran pregunta es:
¿Por qué tanta obsesión por la estructura? ¿Dónde quedó el alma en medio de tantos planos y medidas? ¿Y qué tiene que ver esto contigo, hoy?
El primer extremo: Cuando el cuerpo es kasher, pero el alma está indigesta
Pekudei nos muestra una Torah meticulosa. ¿De verdad importa cuánto pesaba el oro? ¿Qué lado

exacto tenían los broches de las cortinas?
Sí. Pero no por obsesión estética, sino porque la estructura correcta permite canalizar una energía precisa.
En términos de Kabalá, el Mishkán no es un símbolo. Es un recipiente energético perfectamente calibrado para contener la Or Makif —la luz envolvente que conecta lo finito con lo infinito.
Y eso se aplica a todo, incluso a cómo comes.
Kashrut, comida y desconexión
La comida no es solo nutrición. Es vibración. Es conciencia. Es energía. Lo que comes no solo afecta tu cuerpo —afecta tu estado mental, emocional y espiritual.
La ciencia lo confirma: lo que ingieres altera tu microbiota intestinal, y ésta regula neurotransmisores como la serotonina y la dopamina.
La psicología lo observa: el azúcar y los ultraprocesados aumentan los picos de ansiedad, irritabilidad, niebla mental, incluso en niños.
La espiritualidad lo intuye: un cuerpo intoxicado no puede sostener una conciencia elevada.

Y sin embargo, nos llenamos de basura con sello kasher.
Tenemos un sistema milenario de leyes alimenticias diseñado para generar pureza espiritual… y lo usamos para legitimar productos llenos de químicos.
Comemos sin conciencia. Bendecimos sin presencia. Y luego nos preguntamos por qué nos sentimos vacíos, apagados, desconectados.
Como diría el Rebe de Lubavitch:
"El cuerpo necesita ser un canal, no un obstáculo. La comida es el aceite que mantiene ardiendo la llama."
Y como dice el Tanya:
La comida se eleva cuando su energía es utilizada para servir a lo divino.
Pero si lo que comes apaga tu fuego, intoxica tu cuerpo y entorpece tu mente…
entonces, ¿qué estás elevando realmente?
El otro extremo: Cuando la luz se enciende sin recipiente
Ahora vamos al otro lado: la generación del “me conecté”, la era de la espiritualidad instantánea.

Música que vibra, rituales que emocionan, experiencias intensas… pero nada cambia después. Sientes fuego, pero no construiste una mecha.
La Kabalá lo explica con claridad:
La luz sin recipiente destruye.
Un exceso de Or sin Kli quema al
alma que no está preparada.
Esto pasó con Nadav y Avihu, los hijos de Aarón, que murieron por ofrecer “fuego extraño” en el Mishkán. Buscaron lo divino sin preparación. Buscaron la experiencia, no la estructura. Y se consumieron.
Hoy pasa igual:
Buscamos inspiración sin hábito.
Conexión sin contención.
Revelación sin transformación.
El problema no es la forma ni el fuego. Es vivirlos por separado.
El cuerpo sin alma es un cadáver. El alma sin cuerpo es un fantasma.
La Halajá sin intención es idolatría técnica. La Kabalá sin Halajá es desconexión disfrazada de éxtasis.
La filosofía lo llama “sociedad del rendimiento”
TOdo es visible, productivo, instantáneo. La profundidad ya no importa. La lentitud ya no tiene valor. Byung-Chul Han

Pekudei enseña lo contrario:
Lo sagrado toma tiempo. Toma detalle. Toma construcción consciente.
El cuerpo es la mecha, la vida es la llama
La espiritualidad judía no es emoción ni técnica. No es solo estructura ni solo experiencia. Es la llama que arde entre el cuerpo y el alma.
El Tanya dice que la vela de Dios es el alma del ser humano. Para iluminar necesita:
Una mecha: tu cuerpo, con toda su energía y límite.
Un aceite: tus actos, tus hábitos, tu kashrut.
Una llama: tu conciencia, tu fuego interior.
El Rebe de Lubavitch lo resume así:
“El cuerpo no es una trampa, es el canal. La comida no es solo nutrición, es aceite para el alma. Las mitzvot no son cargas, son conductos para que la luz infinita se revele en lo finito.”
Pero si tienes solo estructura, sin llama, te conviertes en un ritual vacío.Y si tienes solo fuego sin

contención, te quemas desde adentro.
Nos pasa en el rezo, en la comida, en las relaciones, en la carrera espiritual.
A veces estamos llenos de sellos, de logros, de técnica… pero vacíos de presencia.Otras veces estamos llenos de ganas, de emoción, de fuego… pero sin forma, sin dirección, sin raíz.
La llama verdadera necesita aceite y mecha. Si solo tienes luz (inspiracion), se va extinguir la mecha, y si solo tienes aceite (actos buenos) te quedaras sin llama. La Shejiná, la presencia divina, no baja por un milagro. Baja cuando hay un espacio construido con intención.
Pekudei no es una lista de medidas. Es una advertencia:
No confundas el recipiente con el contenido. No adores la forma ni desprecies la disciplina. Construye algo que pueda sostener la luz.
Entonces, hoy, ahora, te pregunto:
¿Estás viviendo como una llama viva, o solo estás brillando un momento antes de apagarte?¿Qué estás alimentando: tu fuego… o tu ego?¿Estás construyendo un Mishkán —un espacio real para lo divino— o solo decorando un cascarón?
La espiritualidad verdadera:
No vibra: ilumina.
No impresiona: transforma.
No grita: sostiene.
Y esa luz —tu luz— está esperando un lugar donde habitar.
Construyelo. Con fuego. Con estructura. Con conciencia.
Eso se llama vivir con FeConCiencia. Eso se llama encenderte sin quemarte.
¿Estás listo para sostener la luz que dices estar buscando?
Bibliografía y Referencias
Tanaj – Mishlé / Proverbios 20:27:"נר ה׳ נשמת אדם" – "La vela de Dios es el alma del ser humano".
Torá – Éxodo 38–40 (Pekudei):Detalles técnicos de la construcción del Mishkán y la descendencia de la Shejiná.
Levítico 10:1–2:Relato de la muerte de Nadav y Avihu por ofrecer “fuego extraño”.
Midrash Tanjumá, Pekudei 11:Interpretación del Mishkán como reflejo del cuerpo humano.
Zohar II, 225b (Pekudei):El Mishkán como microcosmos del universo, recipiente de Or Makif.
Schneur Zalman de Liadí – Tanya:
Cap. 7: La elevación espiritual de los alimentos.
Cap. 35: El cuerpo como mecha, las mitzvot como aceite.
Cap. 37: La acción física como canal para atraer la luz divina.
Rebe de Lubavitch – Menachem Mendel Schneerson:
Comentarios sobre el Tanya y el rol del cuerpo en la espiritualidad.
Ciencia, psicología y filosofía contemporánea
Carabotti, M. et al. (2015) – The gut-brain axis: interactions between enteric microbiota, central and enteric nervous systems.Annals of Gastroenterology, 28(2): 203–209.https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4367209/
BMJ Global Health (2022) – Ultra-processed food consumption and mental health outcomes: a review of current epidemiological evidence.https://gh.bmj.com/content/7/5/e008233
Byung-Chul Han – La sociedad del cansancio (2010).Editorial Herder.Reflexiones sobre la hiperproductividad, lo superficial y la pérdida de profundidad en la experiencia humana.