Pinjas -Benditas Diferencias

July 12, 20253 min read

Pinjas -Benditas Diferencias

Por Jack Levy

La espiritualidad se volvió espectáculo.

Mano extendida hacia la luz al amanecer sobre un lago tranquilo, simbolizando el verdadero despertar espiritual, la búsqueda interior y el camino auténtico de transformación personal.

Negocios con incienso, frases bonitas y cero transformación real.

Ya no es un camino de crecimiento personal, es un atajo disfrazado de espiritualidad new age con aroma a eucalipto.

Ya no hay verdad: solo “good vibes” de plástico, listas para el carrusel de Instagram.

Ahora cualquiera te vende “despertar espiritual” con filtros cálidos y frases copiadas.

Te dicen que “todo está bien” mientras tú estás roto por dentro.

Hablan de “ser luz”, pero nadie te enseña a sostener la oscuridad sin romperte.

Te prometen transformación interior en un retiro de fin de semana, donde el único sacrificio es pagar en 12 meses sin intereses.

Círculos de amor donde cuestionar es pecado.

Gurús de Instagram que predican aceptación… pero se ofenden si no les das la razón.

Le arrancaron las garras a lo sagrado.

Lo volvieron aesthetic, viral, desechable.

Una autoayuda tóxica con fondo de TikTok y playlist de “espiritualidad chill”.

Pero la espiritualidad auténtica no es anestesia:

Es fuego. Incomoda. Sacude.

Es un “ya basta” que duele… pero libera de verdad.

Esto no es evolución.

Es autoengaño espiritual con marketing emocional.

Y tú lo sabes.

La dictadura del “todo vale”

Manifestación LGBTQ+ con pancartas de "Love is a Human Right" en apoyo a los derechos humanos y la diversidad sexual.

Vivimos en la era del “todo vale”, donde confunden espiritualidad real con sonreírle a todo y tragarlo todo.

Te dicen que el amor verdadero no pone límites, que lo espiritual es aceptar sin cuestionar… pero eso no es amor: es miedo disfrazado de buena vibra.

Es el chantaje emocional del siglo:

"Todo está bien. Relájate. Acepta. Fluye."

Gorra con la frase "Harmonize Humanity" colocada sobre un salvavidas náutico, símbolo de rescate espiritual y conciencia colectiva.

Pero no es sanación, es anestesia.

La nueva espiritualidad “inclusiva” tiene reglas no escritas:

Sé lo que quieras… pero no te salgas del guión.

Ámate mucho… pero si marcas un límite sano, eres intolerante.

Todo es Dios… pero nada es sagrado.

La espiritualidad superficial new age te vende “unidad” como si fuera un buffet:

Un poco de budismo, un shot de chamanismo, una cucharada de Kabbalah… pero nada que exija compromiso real o transformación profunda.

Y si te atreves a pensar distinto, te cancelan.

Graffiti con la palabra "GOD" escrita en pintura amarilla sobre una flecha blanca, simbolizando dirección espiritual o crítica visual a la religión.

Si defiendes tradiciones, te llaman “anticuado”.

Si pones límites, te acusan de “separar”.

Pero el verdadero amor no es complaciente.

A veces es un “no” que corta.

A veces es perder aprobación para no perderte a ti mismo.

La espiritualidad auténtica no es un smoothie con frases de Instagram.

Es fuego que quema lo falso.

Es hueso firme.

Es alma que no negocia su identidad.

Y sí… duele.

Pero también libera.

Resumen de la perasha

Antes de esta parashá, el pueblo de Israel no fue conquistado por espadas, sino por algo más sutil: la seducción espiritual.

Las mujeres de Moav y Midian, bajo la estrategia de Bilam y Balak, no atacaron con ejércitos, sino con rituales disfrazados de amor e inclusión.

"¿Por qué ser distintos? Unámonos. Todo es lo mismo."

Y el pueblo cayó.

Adoraron a Baal Peor, el dios del “todo vale”, donde lo sagrado se mezcló con el deseo y la identidad espiritual se diluyó en nombre de la “unidad”.

Entonces llegó Zimrí, líder de la tribu de Shimón.

Y lo hizo frontal: se acostó con Kozbí, princesa midianita, frente al Mishkán, en plena casa sagrada.

No por amor, sino como mensaje.

Propaganda espiritual:

"La Torá es solo otra opinión. Lo sagrado es relativo."

Y todos lo vieron.

Nadie actuó.

¿Fue miedo? ¿Comodidad? ¿Crisis moral?

Hasta que Pinjás despertó.

No dio discursos. No pidió permiso.

Tomó una lanza… y atravesó la blasfemia en el acto.

Sí, fue incómodo.

Sí, fue violento.

Pero detuvo una plaga que ya había matado a miles.

Y lo más controversial:

Dios no lo reprendió. Lo premió.

Le otorgó el Brit Shalom —el pacto de paz—

y lo convirtió en sacerdote eterno.

Te voy a decir lo que debo, no lo que quieres, Bienvenido!

Jack Levy

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