Vayera-El Misterio del Color Negro en el Tefilín
- Jack Levy
- 29 nov 2023
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 7 may 2024
Siempre me he preguntado por qué los tefilín son de un negro tan solemne. ¿Qué pasó con el cuero natural o algo un poco más colorido? Las fuentes bíblicas, como siempre, nos dejan con el misterio, y el Talmud solo nos dice que son parte de las leyes a Moisés, sin entrar en detalles sobre la paleta de colores.
Así que, ¿por qué no darle una vuelta de tuerca y sumergirnos en una teoría alternativa que mezcla mitología, historia y psicología? Prepárate, porque nos adentramos en terreno de teorías conspirativas, ese rincón de la historia donde la imaginación a veces se desborda.

Saturno y el Tefilín: Un Vínculo Histórico y Mitológico
Empecemos por la antigua Roma, donde Saturno no solo era el dios de las cosechas sino también el rey de las fiestas. Dejó su huella en la Saturnalia, un festival mencionado incluso en el Talmud[1]. Algunos teóricos, con una imaginación digna de una película de ciencia ficción, conectan el Tefilín, ese accesorio de oración judío, con el culto a Saturno.
La conexión no se detiene ahí. Vinculan el cubo negro del Tefilín con la Kaaba (ubicada en la Meca) islámica y hasta con las celebraciones navideñas cristianas. Según ellos, todo se remonta a Saturno, que parece tener más fans de lo que uno esperaría.
Así, el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo, en lugar de ser lo que parecen, serían facetas de un culto a Saturno un tanto encubierto. La estrella de Saturno en el Judaísmo, la luna menguante y la estrella en el Islam, y los rituales cristianos, ¿coincidencia? Los aficionados a las teorías conspirativas dirían que no.
Aunque los expertos pueden mirar estas ideas con cierto recelo, no se puede negar que tienen un cierto encanto. Al final del día, mientras mantenemos el pensamiento crítico, también podemos disfrutar explorando estas teorías. Nos invitan a ver los símbolos religiosos desde ángulos inesperados, abriendo la puerta a nuevas interpretaciones, aunque solo sea para darle sabor a nuestras conversaciones.
Sin respuestas claras, un poco de especulación creativa puede ser justo lo que necesitamos para ver las cosas desde una nueva perspectiva. La parashá de Vayera, el Tefilín y el sacrificio de Isaac nos brindan un campo fértil para esta exploración.
Saturno en el Zohar: Un Gran Maestro de Lecciones Espirituales
En las páginas místicas del Zohar, Saturno se revela no solo como un símbolo de limitaciones y desafíos, sino más bien como el arquetipo del gran maestro. Aquí, Saturno se convierte en un mentor espiritual, cuyas lecciones son cruciales en nuestro viaje hacia la madurez espiritual. Los textos del Zohar[2]desentrañan el simbolismo de Saturno, a menudo asociándolo con cualidades no positivas y desafiantes. Pero, lejos de ser meros obstáculos, estas cualidades se consideran esenciales en el sendero espiritual, invitándonos a transformar la adversidad en sabiduría.
La figura de Saturno en el Zohar se asemeja a la narrativa bíblica del sacrificio de Isaac y a la práctica del Tefilín (mas adelante lo veremos a detalle). En ambos casos, se refleja una tensión entre la obediencia y la misericordia, entre la restricción y la expansión. Además, la interpretación de Satan en la tradición judía como un adversario subraya la importancia del libre albedrío y la elección consciente en la espiritualidad judía. En este contexto, la resistencia y los desafíos se convierten en vehículos de crecimiento personal y espiritual.

Mirando el color negro del Tefilín, su posible conexión simbólica con Saturno adquiere un nuevo matiz. Podría verse como un símbolo de la aceptación de la complejidad y los desafíos inherentes a la vida. Esta aceptación no es una veneración de fuerzas oscuras, sino una invitación a integrar todas las facetas de nuestra existencia en nuestro camino hacia lo divino.
Esta integración de los elementos y su representacion de los aspectos desafiantes y oscuros en nuestro ser adquieren un significado aún más profundo lejos de ser reliquias de un culto antiguo, nos hablan de una verdad más profunda sobre la naturaleza humana y la necesidad de abrazar nuestra totalidad para acercarnos de manera genuina a lo sagrado. Nos recuerdan que en la complejidad de nuestras experiencias y desafíos, en esa mezcla de sombras y luces, reside la esencia misma de nuestra búsqueda espiritual.
Integración de la Sombra: El Camino Hacia una Fe Integral
En el viaje por carretera de la psicologia y espiritualidad, existe el concepto como ' la sombra' que Carl Jung nos vendió, como el equipaje que preferirías dejar en casa pero termina en el maletero influenciando todo el trayecto. Esa sombra se refiere a las partes de nosotros mismos que no sacamos a pasear muy a menudo, ya sea porque no nos gustan o porque ni siquiera sabemos que están allí. Pero ahí están, como pasajeros secretos, decidiendo si giramos a la izquierda o a la derecha sin que nos demos cuenta.

Mientras la psicología cognitiva podría decir, 'Vamos a hablar con esa sombra y reestructurar esos pensamientos', y los conductistas quizá apunten a 'entrenar' la sombra con refuerzos y castigos, el análisis junguiano invita a la sombra a tomar un café y entenderse. El psicoanálisis freudiano, por su parte, se lanzaría en una exploración arqueológica para desenterrar los orígenes de esa sombra.
Dentro del marco de las tradiciones espirituales, y en particular a través de la lente del judaísmo y la práctica del Tefilín, la integración de la sombra se vuelve una metáfora poderosa para el servicio sincero a lo divino.
El Tefilín emerge como una expresión simbólica de cómo nos relacionamos con nuestra parte oculta, esa 'sombra' junguiana que todos llevamos. Este objeto de devoción, vestido de noche eterna, se convierte en un recordatorio constante de la presencia de lo obscuro y lo desconocido en nosotros.
Pero con el Tefilín no nos quedamos solo con la oscuridad; ya que alberga en su interior las sagradas escrituras, un faro de luz que ilumina desde dentro hacia fuera.
"Abraham e Isaac: La Danza de Jesed y Gvurah "
La historia del sacrificio de Isaac, un relato bíblico cargado de simbolismo, nos presenta una profunda meditación sobre el equilibrio entre las sefirot de Jesed y Gvurah en la tradición kabbalística. Jesed, que simboliza la misericordia, el amor y la bondad expansiva, encuentra su contraparte en Gvurah, la sefirah de la justicia, la disciplina y la restricción. En el acto de Abraham, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, este equilibrio se manifiesta de manera conmovedora y dramática.
Abraham, como figura de Jesed, encarna el amor incondicional y la devoción total a Dios. Sin embargo, en su disposición para llevar a cabo el sacrificio, también muestra una faceta de Gvurah: una disciplina y resolución férreas. Por otro lado, Isaac representa la esencia de Gvurah, la fuerza y la resiliencia ante una prueba inmensa. Pero en su aceptación y tranquilidad, revela un aspecto de Jesed, una confianza y amor profundos que trascienden el miedo y la resistencia.

Este delicado equilibrio entre Jesed y Gvurah se refleja en la práctica diaria del Tefilín. Las dos cajas del Tefilín, al ser atadas en nuestro brazo y en nuestra cabeza, simbolizan la unión de pensamiento y acción, mente y cuerpo, espiritualidad y práctica. El Tefilín del brazo, alineado con el corazón, nos recuerda canalizar nuestra fuerza física (Gvurah) en acciones guiadas por la compasión y el amor (Jesed). Por su parte, el Tefilín de la cabeza, colocado cerca de nuestro intelecto, nos invita a someter nuestros pensamientos al mandato del amor divino, equilibrando la disciplina mental con la gracia y la misericordia.
Además, el acto de colocar el Tefilín representa una forma de autolimitación, resonando con el nombre divino SHA-DAI[3], que aparece en él.

Este nombre sugiere un acto de contención divina, un "hasta aquí" que, según el principio cabalístico del Tzimtzum (auto-limitación), permitió la existencia del cosmos al limitar la luz infinita de Dios. Así, cada mañana, al colocarnos el Tefilín, nos comprometemos a vivir en un equilibrio dinámico entre la acción y la reflexión, entre la fuerza y la gracia, reflejando en nuestra vida cotidiana el equilibrio cósmico entre Jesed y Gvurah, aprendiendo no solo la importancia de la contención, evitando hacer todo lo que esta en nuestro alcance, sino también la responsabilidad de ejecutar todas las acciones positivas que nos sean posibles, alineando nuestra voluntad a la de nuestro creador.
"El Tefilín y el Shemá: Amar a Dios con Cada Parte de Nuestro Ser"
Dentro del Tefilín se encuentra una de las declaraciones más poderosas de la fe judía: el Shemá, proclamando la unicidad de Dios. Este mandato trasciende una simple proclamación de fe; es una invitación a una forma de amor que abarca toda nuestra existencia. Interesantemente, Rashi, en su interpretación del versículo "Amarás a Dios con todos tus corazones", ilumina este mandato con una perspectiva única. El uso del plural en "corazones" no es casual; sugiere un llamado a amar a Dios con todas las facetas de nuestro ser, tanto con nuestro instinto bueno como con el malo.

Rashi aquí nos enseña un principio fundamental: amar a Dios no significa solo expandir nuestro instinto bueno, sino también restringir y redirigir nuestro instinto más desafiante hacia un propósito elevado. Esta enseñanza resuena sorprendentemente con las ideas del psicoanalista Carl Jung sobre la 'sombra', las partes de nosotros mismos que a menudo rechazamos o ignoramos. Al igual que Rashi anima a integrar y transformar nuestro instinto malo, Jung nos insta a enfrentar y reconciliarnos con nuestra sombra.
El Tefilín, entonces, se convierte en un símbolo poderoso de esta integración. Al envolvernos en el Tefilín, no solo cumplimos con un rito; realizamos un acto simbólico de unificación interna. Envolvemos nuestro brazo, representando la acción y la fuerza, y colocamos el Tefilín sobre nuestra cabeza, simbolizando nuestros pensamientos y aspiraciones. Este acto ritual nos invita a canalizar tanto nuestros impulsos positivos como los desafiantes hacia el amor y la devoción a Dios.
Esta práctica diaria se convierte en un recordatorio constante de nuestra compleja naturaleza humana y nuestra capacidad para dirigir todas nuestras energías, tanto luminosas como oscuras, hacia un propósito sagrado. Al reconocer y aceptar las múltiples dimensiones de nuestro ser, el Tefilín nos guía hacia una integración más profunda y significativa, un camino hacia la armonía interna y la devoción genuina.
Conclusión: El Libre Albedrío y la Redención Final
A medida que concluimos este viaje por las interpretaciones simbólicas y espirituales del Tefilín, Saturno, y las tradiciones abrahámicas, emerge una reflexión profunda sobre el libre albedrío y el papel de Satan, o el ángel de la muerte, en nuestra espiritualidad.

El Talmud[4] nos cuenta que, en el tiempo de la redención, se sacrificará al ángel de la muerte, un acto que provocará lágrimas tanto en los justos como en los malvados. Los malvados llorarán al ver lo que podrían haber sido, mientras que los justos contemplaran la magnitud del desafío que superaron. Pero, ¿por qué lloraran los justos? La respuesta radica en el fin del libre albedrío.
Satan, a menudo visto como el adversario, es también el facilitador del libre albedrío, presentando desafíos y tentaciones que nos permiten elegir entre el bien y el mal. Es esta capacidad de elección la que hace que nuestra devoción y servicio a lo divino sean significativos. El verdadero valor en servir a Dios reside no solo en el acto en sí, sino en el hecho de que hemos elegido hacerlo. La eliminación de Satan, y con él del libre albedrío, transformará profundamente nuestra relación con lo divino.
En el contexto del Tefilín y su simbolismo, nos recordamos diariamente que servir a Dios es una elección consciente. Las escrituras dentro del Tefilín, las prácticas y los rituales a los que nos sometemos son manifestaciones de nuestro compromiso voluntario con una vida espiritual. Este acto de devoción, entonces, cobra una dimensión aún más profunda cuando se realiza como una elección libre, en lugar de una mera obligación.
Al reflexionar sobre estas ideas, nos damos cuenta de que el fin del libre albedrío, aunque parezca una victoria sobre el mal, también marca el fin de una era de elección moral y espiritual. Los justos lloran en el momento del sacrificio del ángel de la muerte porque reconocen que el valor más alto de la humanidad, la capacidad de elegir conscientemente el bien, llegará a su fin.
Así, este viaje nos lleva a una apreciación más rica de nuestras tradiciones y prácticas. Nos invita a valorar cada momento de elección, cada decisión de seguir el camino correcto, no porque nos vean, sino porque elegimos hacerlo. Este es el corazón de nuestra humanidad y la esencia de nuestra relación con lo divino. En última instancia, el acto de elegir servir a Dios es, posiblemente, la expresión más alta de nuestra fe y nuestra libertad.
Y ahora, permíteme dejarte con una pregunta: si te diera a elegir entre una muerte sin dolor, sin culpas ni sufrimientos, con todo resuelto de alguna manera, y por otro lado, seguir la vida como hoy la conoces, con sus imperfecciones y dificultades, con su luz y su oscuridad,
¿Seguirías Escogiendo la vida?
¿Seguirías Escogiendo la vida?
Si
No
Y Tú, ¿qué piensas?
[1] Avoda Zarah 8a [2] Zohar Ki Teitzei 25:118-123 [3] Ver Más Pirkei D´Ribi Eliezer Cap. 3 [4] Suka 52a
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