Devarim: ¿Hereje o hipócrita?
Devarim – ¿Hereje o hipócrita?
Para los que creen que la Torá les queda chica.
Y para los que la hicieron tan sagrada que ya ni la tocan.
Este texto es para esos dos extremos que se desprecian... pero que, en el fondo, son lo mismo:
Para los “espirituales evolucionados” que desprecian la Torá porque “ya la trascendieron” (mientras publican memes de Buda con filtro sepia)...
Y para los “religiosos obedientes” que besan el sidur con devoción, pero tiemblan ante una pregunta real.
Unos la miran desde el pedestal del ego.
Otros, desde la jaula del deber.
Los primeros repiten: “La Torá es opresora”, sin haber peleado con un solo versículo.
Los segundos dicen: “Así siempre se hizo”, sin haberse preguntado nunca por qué.
Pero ambos evaden lo mismo:
Dejarse romper por el texto.
Más fácil es criticar la Torá o blindarse tras ella… que dejar que te parta el alma.
Porque lo más difícil no es rechazarla ni cumplirla a ciegas.
Lo más difícil es dejar que te incomode, que te desnude, que te hable desde un lugar que tú no controlas.
Yo tampoco creo en ese dios del que me hablas:
Ese dios flojo, controlador, neurótico.
Sentado en un trono cósmico esperando que reces mal para castigarte con karma o culpa.
Ese dios... es una mala mezcla entre contador público y ex tóxica.
Y si todavía crees en él, lo siento:
Te vendieron una espiritualidad enlatada, con etiqueta dorada y fecha de caducidad.
¿Por qué tu espiritualidad no te transforma?
Porque no rezas. Repites.
Porque no te expones. Te defiendes.
Porque solo buscas consuelo, pero no estás dispuesto a pelear con Dios en la oscuridad.
Jacob luchó con el ángel hasta el amanecer... y salió cojo.
Tú solo quieres selfies con la Shejiná.
Un amigo me lo dijo sin filtro:
“El sidur me sabe a museo. Frío. Lejano. Muerto.”
Y no le faltaba razón.
Pero el problema no es el sidur.
El problema eres tú.
La Torá no está para hacerte sentir bien. Está para hacerte pensar.
Si no te incomoda, si no te mueve, si no te duele…
Entonces no la estás leyendo.
Solo la estás usando para entretenerte o protegerte.
No viniste a cumplir.
Viniste a entender. A luchar. A reescribir.
Moshe no repitió la Torá. La reinterpretó.
Está por morir. Lo sabe. Y el pueblo también lo intuye.
Pero en vez de despedirse con bendiciones, Moshe hace algo más profundo:
Reinterpreta la historia. Desde la herida. Desde la urgencia. Desde la verdad.
Porque la nueva generación —la que va a cruzar a la Tierra Prometida—
no vivió el Éxodo, ni el Sinaí, ni el Mar Rojo.
Y Moshe lo entiende.
Por eso no les da reglas nuevas. Les da perspectiva.
La Torá no sirve si no la haces tuya.
El Dios que heredaste (y al que sigues obedeciendo sin darte cuenta)
Ese dios controlador, celoso, burocrático...
Ese que exige perfección, pero nunca te abraza.
No es el Dios de la Torá. Es el reflejo de tus heridas no revisadas.
Rezaste con todo… y no pasó nada.
Y en lugar de buscar al Dios real, te alejaste.
No porque no creas, sino porque una vez creíste… y te dejaron en visto.
Dos trampas: obedecer sin alma. Huir con discurso.
El religioso que cumple, pero ya no vibra.
El espiritual que critica, pero no se atreve a confiar de nuevo.
Ambos hacen lo mismo:
Evitan el fuego.
Ese que quema.
Ese que transforma.
Ese que no puedes controlar.
Nadie quiere pelearse con Dios… porque podrías salir cojo.
Pero solo quien se expone, solo quien lucha, solo quien se quiebra,
puede recibir un nombre nuevo. Una fe viva.
No se trata de repetir.
Se trata de reescribir desde la noche. Desde el cuerpo. Desde el silencio.
El sidur no te va a hablar… si tú no te callas primero.
Rezar sin alma es actuar una obra que ya no crees.
Y lo más triste no es dejar de rezar.
Es seguir rezando sin estar.
Moshe reinterpreta. No porque Dios cambió…
Sino porque la generación cambió.
Y tú también.
La Torá no se transmite. Se sangra. Se encarna. Se reescribe.
No con palabras decoradas, sino con heridas verdaderas.
Rav Sacks lo dijo claro:
“Moshe no entra a la Tierra… pero sus palabras sí.”
Porque lo que heredas no son normas.
Es fuego. Es sentido. Es voz.
¿Dónde estás tú?
En el jardín espiritual. En el palacio ritual. En el disfraz obediente.
¿O ya te quitaste la máscara y empezaste a caminar hacia la habitación vacía… donde está solo Él?
Dios no busca cumplidores automáticos.
Busca humanos despiertos.
Y por eso hoy no te exige.
Te pregunta:
¿Dónde está tu Torá?
¿Dónde está tu jidush?
¿Dónde estás tú?