top of page
White Structure

Bo -Sacrifica tus Ídolos

Por Jack Levy

 

¿Quién eres cuando nadie te está mirando? No cuando estás en el trabajo, no cuando estás en una cena con amigos, no cuando subes una foto a tus redes sociales. ¿Quién eres en ese momento brutalmente honesto, cuando estás solo con tus pensamientos?


Déjame preguntarte algo más incómodo: ¿La persona que eres hoy es resultado de tus propias decisiones o simplemente una colección de expectativas externas? ¿Tu carrera, tus valores, incluso tus miedos, los elegiste tú o te los impusieron tus padres, tu pareja, tu cultura? ¿Quién controla tu vida: tú o las voces que llevas cargando desde que eras niño?

Piensa en esto: ¿Cuántas veces tomaste una decisión porque era lo que “debías hacer”? Porque todos aplaudían, porque era lo seguro, porque no querías decepcionar a nadie. Y ahora, después de todo ese esfuerzo por encajar, ¿te sientes realmente libre? ¿O eres un esclavo de lo que construiste para sobrevivir?

Te lo digo sin rodeos: si no te has preguntado esto antes, puede que nunca hayas sido tú. Puede que seas solo un reflejo de lo que otros te dijeron que fueras. Y déjame decirte algo aún más incómodo: en ese espejo que miras cada día, puede que no estés viendo a una persona libre, sino a alguien atrapado en un Egipto moderno, un lugar donde las cadenas no son físicas, pero son igual de fuertes.

Hoy vamos a hablar de esas cadenas. De las creencias que te definen pero también te esclavizan. De lo que necesitas destruir para que algo nuevo pueda nacer. Porque no hay libertad sin confrontación, sin sacrificio. Y no puedes avanzar si sigues siendo prisionero de lo que crees que eres.

La pregunta es simple, pero brutal: ¿Eres el autor de tu vida o solo el producto de lo que otros decidieron por ti?


Resumen de la Parashá

La parashá Bo nos pone justo en el borde, en ese momento donde la libertad está tan cerca que casi puedes olerla, pero tan lejos que todavía parece imposible. Egipto está cayendo a pedazos. Siete plagas ya han hecho su trabajo, pero las tres últimas son el golpe definitivo: langostas, oscuridad y, la más brutal de todas, la muerte de los primogénitos. No solo destruyen Egipto físicamente; rompen su control, su sistema, todo aquello en lo que el imperio creía ser intocable.

Pero antes de que el caos se complete, Dios no les pide a los israelitas que esperen tranquilamente a que los liberen. No. Les da una orden específica y extraña: “Tomen un cordero, mátenlo, pinten sus puertas con su sangre y quédense dentro.” Y ahí están ellos, encerrados, con el grito de los primogénitos muriendo afuera y una pregunta quemándoles por dentro: “¿Será suficiente? ¿Estamos listos para esto?”

Porque este momento no es solo un ritual. Es un pacto. Un compromiso radical con un proceso que todavía no comprenden. Es el momento en el que tienen que decidir si están dispuestos a soltar el control, a dejar atrás lo que conocen y lanzarse de cabeza hacia lo desconocido.

Y aquí está lo interesante: esta no es solo una historia de Egipto. Es tu historia. Porque no se trata solo de lo que ocurre afuera, en el caos de tu vida. Se trata de lo que ocurre adentro. ¿Estás realmente listo para soltar tus cadenas? No las físicas, sino las que llevas en la mente, en el corazón. Porque, escucha bien: no basta con que Egipto te deje ir; tú tienes que decidir salir.


La Construcción de Tu Identidad


Piensa en tu vida como un edificio. Los cimientos se colocaron cuando eras niño: las cosas que te dijeron sobre quién debías ser, cómo debías comportarte, y qué se esperaba de ti. El ego se convirtió en el arquitecto, construyendo paredes de protección para que pudieras navegar el mundo. Cada experiencia fue otro ladrillo. Tus padres, tus maestros, tus amigos… todos contribuyeron a esa estructura.

Pero aquí está la trampa: el edificio que te protege también puede convertirse en una prisión. Esa identidad que construiste, ese “primogénito” interno, es ahora lo que te define, pero también lo que más te limita.

Te lo pongo en términos simples: lo que tú llamas identidad no es más que una fórmula. Es el resultado de tres factores:

  • Tu ego, esa parte de ti que siempre busca control y validación.

  • Tus experiencias, las cosas que viviste y cómo las interpretaste.

  • Y las expectativas externas, esas voces de otros que cargaste en silencio, incluso cuando no eran tuyas.

Si no lo cuestionas, esa fórmula te gobernará. Carl Jung lo llamaba “la sombra del ego”: todo lo que fabricamos para sobrevivir, pero que, si no lo enfrentamos, termina controlándonos. La Kabalá lo explica de otra manera: el Ben (hijo) es el resultado de cómo unimos Jojmá (sabiduría) y Biná (entendimiento). Es decir, es lo que creamos a partir de cómo interpretamos el mundo.

Ahora imagina a los israelitas en Egipto. El primogénito no era solo un hijo; era el símbolo de continuidad, lo que sostenía el sistema entero. En su interior, ese “primogénito” representa lo más arraigado: las creencias que te definen, pero que también te esclavizan. Sacrificarlo no es un acto de violencia; es un acto de liberación. Es destruir lo que ya no te sirve para abrir espacio a algo nuevo.

¿Quién controla tu vida: tú o el primogénito interno que construiste para sobrevivir?


Cruzar el Umbral del Miedo


La noche más oscura en Egipto. Afuera, el grito de las familias egipcias llena el aire. Pero tú estás dentro de una casa, mirando la sangre que pintaste en el dintel de la puerta. ¿Será suficiente? ¿Habrás hecho todo bien? No lo sabes. No hay certezas. Solo fe.

El acto de marcar la puerta con sangre no era solo un ritual. Era un salto al vacío. Era una decisión de cruzar el umbral del miedo. Y aquí está lo interesante: esa sangre no eliminaba el miedo; lo transformaba. Era una declaración: “No estoy en control, pero estoy dispuesto a confiar en el proceso.”

Así funciona el cambio. Siempre hay miedo. Pero la clave no es eliminarlo, es enfrentarlo con fe y con acción. Es como una ecuación:

  • El miedo siempre está ahí, pero lo divides por la fe, porque confiar en que hay algo mejor al otro lado reduce su peso.

  • Ese resultado no sirve de nada si no lo multiplicas por la acción, porque sin pasos concretos, no hay transformación.


En otras palabras: no basta con pensar en el cambio. Tienes que pintarlo en tu puerta. Tienes que cruzarlo, aunque el miedo siga ahí.

Simone Weil lo expresó con brutal honestidad: “La renuncia absoluta es la condición de la alegría pura.” Esa sangre es la renuncia. Es aceptar que no puedes controlarlo todo, pero puedes dar el siguiente paso.

El Zohar lo describe como un portal entre dos realidades: lo que eras y lo que estás dispuesto a ser. La sangre en el dintel no es solo una protección; es un compromiso. Pero recuerda: no basta con marcar la puerta. Hay que cruzarla.

¿Qué miedo te está deteniendo? ¿Qué puerta en tu vida necesita que la cruces?


Confrontar a Tus Ídolos Internos


Ahora piensa en esto: los israelitas sacrificaron un cordero, el animal que los egipcios consideraban sagrado. Era un acto revolucionario, una declaración de independencia. No solo estaban desafiando al sistema de creencias de Egipto, sino también a sus propios miedos y dependencias internas.

Todos tenemos ídolos internos. No son estatuas de piedra; son ideas que hemos puesto en un pedestal. Es tu necesidad de control, tu obsesión por el perfeccionismo, tu búsqueda constante de validación externa. Son esas cosas que parecen imprescindibles, pero que, en realidad, te limitan. Y aquí viene lo difícil: esos ídolos no se derriban solos. Hay que sacrificarlos.

Y sacrificarlos significa algo más que soltarlos; significa no dejar nada para mañana. Piensa en las instrucciones de Dios: no solo debían sacrificar al cordero, sino que debían cocinarlo, comerlo esa misma noche, y lo que sobrara debía ser quemado al amanecer. No podían guardar provisiones. Este no era solo un mandato ritual; era una lección espiritual: “No puedes caminar hacia la libertad cargando provisiones de tu esclavitud.”

Esas sobras, esos “por si acaso”, son las cadenas invisibles que te atan. Porque mientras sigas dependiendo de lo que te da una falsa sensación de seguridad, no podrás confiar completamente en lo que Dios tiene preparado para ti. No puedes avanzar si sigues aferrándote a las certezas del pasado.

Aquí entra la fórmula:

Libertad = (Renuncia × Propósito) − Idolatría

La libertad no es un regalo que aparece de la nada; es el resultado de un proceso.

  1. Renuncia: Primero, necesitas soltar lo que te esclaviza. Puede ser esa obsesión con lo que los demás piensan, esa idea de que debes tener todo bajo control, o ese miedo a perder lo que crees que te sostiene.

  2. Propósito: Pero no basta con soltar; esa renuncia tiene que estar alineada con algo más grande. Si no tienes un propósito claro, algo que te inspire y te impulse, tu renuncia será vacía.

  3. Idolatría: Finalmente, debes identificar y eliminar esas cosas que parecen darte seguridad pero que, en realidad, te mantienen atrapado. Esas ideas, miedos o dependencias que has puesto por encima de tu conexión con lo divino.

Cuando multiplicas tu renuncia por un propósito elevado y restas las idolatrías, encuentras la libertad. Pero si no eliminas esos ídolos internos, seguirás atrapado, aunque todo a tu alrededor cambie.

El Talmud (Avodah Zarah 3b) dice que los ídolos no son solo figuras físicas; son cualquier cosa que ponemos por encima de nuestra conexión con lo divino. Sacrificar al cordero no era solo un acto simbólico; era un acto de fe. Era decir: “Estoy listo para soltar lo que me mantiene esclavo, aunque me dé miedo perderlo.”

El Talmud (Pesajim 96a) lo refuerza: lo que sobraba del cordero debía ser quemado porque no hay espacio para “resguardos” cuando confías plenamente en el proceso. No puedes avanzar cargando las sobras de tus viejas creencias. Lo que no destruyas por completo te seguirá atando.


No Retorno


Hasta ahora, hemos hablado de lo que necesitas soltar: esa identidad falsa que construiste para sobrevivir, esos miedos que te paralizan, y esos ídolos que has venerado porque parecían darte seguridad. Pero escucha esto: soltar es solo el primer paso. Lo realmente difícil, lo que define quién eres, ocurre después.

Imagina que estás ahí, con las manos manchadas de sangre después de marcar el dintel de tu puerta. El cordero ya no está. El primogénito ha caído. Afuera, Egipto grita. Pero en tu interior, algo empieza a despertar. Es como si pudieras sentir, por primera vez, el peso de lo que acabas de hacer.

No hay vuelta atrás. Ya no eres la misma persona. Y aunque aún no sabes lo que viene, algo dentro de ti lo sabe: ya no puedes regresar a Egipto.

Es en ese momento, justo cuando crees que lo más difícil ha pasado, que aparece lo impensable: el mar. La distancia entre el lugar donde estás y el lugar donde siempre soñaste estar. Detrás de ti, las huellas de tu pasado, pisándote los talones. Y frente a ti, una inmensidad que parece imposible de cruzar.

El proceso aún no termina. De hecho, aquí es donde realmente comienza. Porque marcar la puerta fue un acto de fe. Pero cruzar el mar... cruzar el mar es otra historia. Una que escribiremos juntos en el próximo capítulo.

La pregunta ahora es: ¿Te atreves a dar el siguiente paso?

Comentários

Avaliado com 0 de 5 estrelas.
Ainda sem avaliações

Adicione uma avaliação

About...

Color logo - no background.png

 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

Posts Archive

¡Mantente conectado!

Thanks for submitting!

​Suscríbete 

Unete a la comunidad de Whatsapp

Gracias por suscribirte!

© 2024 by J. Levy. Powered and secured by ELYAH

  • Apple Music
  • Spotify
  • Instagram
  • Facebook
  • Youtube
  • TikTok
bottom of page