Naso: ¿Bendición o control? El poder real de tus palabras

June 05, 20255 min read

Naso – ¿Bendición o Maldición?

¿Y si bendecir mal… también es maldecir?

Naso -¿Bendición o Maldición?

¿De qué sirve poner las manos sobre la cabeza de un hijo cada Shabat… si en el fondo solo estás proyectando tus miedos?

¿De qué sirve decirle “que Dios te cuide” si no confías en que la vida también lo va a romper —y que eso está bien?

Muchos padres rezan para que sus hijos sean felices.
Pero, en el fondo, lo que quieren es que no sufran.
Y ese deseo —por más amoroso que parezca— muchas veces asfixia.

Confundimos educar con programar.
Amar con prevenir.
Guiar con controlar.
Y bendecir… con poseer.

Hay una diferencia entre criar a un hijo… y clonarte en él.

Porque hay una forma de “formar” al otro… que en realidad lo deforma.
Y lo que empieza como ternura, termina como trauma heredado.

¿Sabes mirar a alguien que amas… sin intentar corregirlo?

¿Sabes soltar… sin desaparecer?
¿Sabes bendecir… sin convertirte en el centro de su historia?

¿Tienes la fe radical de creer que el mismo que te dio a tu hijo… también está involucrado en su educación y sabe mejor que tú lo que necesita?

Entonces dime:
¿Qué carajos estamos haciendo?
¿Bendiciendo… o programando?

Naso -¿Bendición o Maldición?

Parashat Nasó: La bendición más malinterpretada del mundo

Parashat Nasó es la más larga de toda la Torá.
Pero entre tanta repetición, votos nazireos y rituales enigmáticos… esconde uno de los actos más tiernos —y más malentendidos— de toda la tradición: la
Birkat Cohanim, la bendición sacerdotal.

Sí, esa que muchos padres repiten cada viernes por la noche:

“Que Dios te bendiga y te guarde.
Que ilumine Su rostro hacia ti…
Que te conceda Shalom.”

Tres frases.
Tres dimensiones.
Una fórmula que no es magia… sino
mapa.

Porque no se trata de pedirle a Dios que haga Su parte,
sino de recordar cuál es
la nuestra.

Bendecir no es automático. Es un arte.

Y como todo arte, requiere consciencia, intención y humildad.

Por eso esta misma parashá nos habla también de otros tres personajes clave:
La
Sotá, el Nazir… y el Cohén.
Tres formas de relacionarse con lo sagrado.
Tres respuestas ante el quiebre de un vínculo.
Tres espejos de lo que hacemos —o dejamos de hacer— cuando
amamos mal.

¿Quieres realmente bendecir?

Entonces entiende primero qué significa ser canal… y no dueño.

Porque esta no es una historia sobre rituales antiguos.
Es una historia sobre
cómo te paras frente a quien amas.

Y sobre si aprendiste —o no— a soltar sin abandonar, guiar sin invadir, amar sin poseer.

Naso -¿Bendición o Maldición?

¿Es esto realmente una bendición?

Imagina que cada viernes por la noche repites las mismas palabras:
"Que Dios te bendiga y te guarde… que ilumine Su rostro hacia ti… que te dé paz."

Lo haces con amor, con intención.
Pero… ¿alguna vez te has preguntado
qué estás diciendo en realidad?

Primera línea:

“Yevarejeja HASHEM veYishmereja” – “Que Dios te bendiga y te proteja”

¿Por qué una bendición necesita protección?

¿Será que una bendición, si no es cuidada… puede convertirse en maldición?

Un padre que lo da todo sin enseñar esfuerzo.
Una madre que “protege” tanto que su hijo no aprende a caerse.
Un maestro que evita el dolor… pero también bloquea el crecimiento.

Tal vez cuando bendices sin consciencia, lo que estás dando no es amor: es ansiedad envuelta para regalo.

Naso -¿Bendición o Maldición?

Segunda línea:

“Ya’er HASHEM panav eleja vijuneka” – “Que Dios ilumine Su rostro hacia ti y te dé gracia”

¿Cuándo se ilumina el rostro de alguien?
Cuando
te ve. No con juicio. Con alma.

Hay niños que nunca fueron mirados de verdad.
Fueron proyecciones de sueños rotos:

  • “Yo no fui músico, pero tú sí lo serás.”

  • “Yo sufrí mucho, tú no vas a sufrir.”

Eso no es amor.
Eso es
control maquillado de cuidado.

Tercera línea:

“Yisá HASHEM panav eleja veYasém lejá Shalom” – “Que Dios eleve Su rostro hacia ti y te dé paz”

¿Por qué “elevar el rostro”?
Dios no te mira desde arriba. Te mira a los ojos. Te reconoce.

Y la palabra final lo resume todo: Shalom.

Paz no es comodidad.
Es vínculo sano.
Es un amor que
no necesita control para sentirse seguro.

Birkat Cohanim no es una bendición bonita.

Es un curso de educación emocional comprimido en tres líneas.

Y justo ahí, la Torá nos presenta tres personajes:

1. El Nazir: cuando no sabes cuidar… y prefieres huir

Naso -¿Bendición o Maldición?

Representa al que teme tanto al deseo que lo cancela.

Es el padre que, por miedo, encierra.
Que confunde cuidado con encierro.
Que bendice con restricciones.
Y educa
desde el miedo.

2. La Sotá: cuando el rostro deja de iluminar

No es solo una mujer sospechada.
Es el símbolo de una relación donde
ya no hay mirada presente.

“Te amo… pero no te veo.”
“Te cuido… pero no te escucho.”

Esa falta de luz rompe más que una traición.

3. El Cohén: cuando bendecir es presencia sin control

El modelo opuesto.
No huye, no impone, no programa.

Bendice. Eleva. Sostiene. Confía.

No forma clones. Crea espacio para que el otro sea.
Y ese espacio… es lo que la Torá llama
Shalom.

Naso -¿Bendición o Maldición?

¿A quién te pareces hoy?

¿Al Nazir, que evita el deseo por no saber cuidarlo?
¿A la Sotá, que se apagó en un vínculo sin rostro?
¿O al Cohén, que bendice sin poseer?

Porque cada palabra tuya moldea algo.
Y cada vez que educas, estás
tallando forma en otra alma.

Bendición o maldición: tú decides qué heredas

Naso -¿Bendición o Maldición?

“Solo quiero lo mejor para ti…”
¿Y si lo mejor para el otro no es lo que tú crees?

“Lo hice por tu bien…”
¿O porque no tolerabas verlo sufrir?

Eso que llamas educación… ¿es guía o programación?
¿Protección o control?
¿Bendición… o ego?

El Cohén levanta las manos… y suelta.

Sin condiciones.
Sin miedo.
Sin necesitar confirmación.

Entonces, pregúntate:

¿Puedes mirar a alguien… sin intentar corregirlo?
¿Aceptar que el dolor también educa?
¿Amar sin ser el héroe?

Porque eso es bendecir:
Ofrecer un espacio donde el otro se encuentre con Dios… no contigo.

Y si no puedes hacerlo, entonces no estás bendiciendo.
Estás repitiendo una
maldición heredada con voz dulce.

Eso no es amor.
Es miedo maquillado.

¿Estás bendiciendo para que sea libre… o para que se parezca a ti?

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