Una figura envuelta en Talit Blanco emerge del centro, como si encarnara la presencia divina, el alma en su estado más puro o el misterio de lo no dicho. Los rayos multicolores que la rodean son la manifestación visual de una energía que no se puede contener, un estallido espiritual que irradia desde dentro hacia todo lo que toca. Esta obra nos recuerda que incluso en lo más íntimo y oculto puede nacer un universo de luz. Es un llamado a volver al centro, al núcleo donde habita lo eterno.
Tefila
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Pieza única